miércoles, 18 de diciembre de 2013

Los anarquistas son enemigos declarados del Estado



Los anarquistas son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones institucionales concretas de las que este se dota para controlar y reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta en duda.

El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.

Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.

Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre ellos.

Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección de fondo, por motivación de principio.

Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir, especialmente cundo se realiza con medias simples y por lo tanto resulta al alcance de todos. Esto molesta.

Los anarquistas tienen el olfato afilado para señalar los lugares donde las realizaciones del dominio se muestran a penas visibles, y aquí golpean. Su modo de proceder es fácilmente reconocible porque esta destinado a ser reproducido de la manera más ampliamente posible. No tienen pretensión de señalar corazones sensibles del Estado o de arrogarse la competencia de golpearlos. Esto molesta.

Los anarquistas no aceptan «subvenciones» y/o sustentos, encuentran por si solos los propios medios para su lucha. Normalmente recurriendo a la ayuda de los propios compañeros, con aportaciones o similares. No aman prostituirse. Por eso no poseen el sagrado respeto por la propiedad de los ricos. Cuando alguno de ellos, a título personal, porque así lo ha decidido, llama a la puerta de cualquier banco, si algo va mal esta dispuesto a pagar las consecuencias. Vivir libre tiene sus costes. Esto molesta.

Pero algunas cosas no están dispuestos a hacer. No están dispuestos a asesinar a la gente indiscriminadamente, como hacen los Estados en las guerras y en los periodos de la llamada «paz social». No aceptarían nunca la idea de una masacre indiscriminada de personas.

De igual manera los anarquistas están contra la cárcel, contra cualquier tipo de cárcel, también la que los secuestradores inflingen a los secuestrados en espera de que se decidan a pagar la suma solicitada como el rescate. Encerrar bajo llave a un ser humano es una práctica envilecedora.

Otra cosa que los anarquistas rechazan es una estructura armada jerárquica, dotada de organigrama, de reglas de funcionamiento, de proyecto político y todo lo demás. Lo que la lenguaje común define como «banda armada» está a años luz de la idea que los anarquistas tienen de la contraposición con el Estado, contraposición que si alguna vez puede ser violenta, y por lo tanto armada, no estará jamás fijada sobre los rígidos cánones que, en definitiva, resultan obtenidos a partir de la imagen a la inversa de la misma estructura que se quiere combatir.

Todas los montajes que en los últimos diez años se han construidos contra los anarquistas han seguido dos directrices: por un lado los órganos del Estado han tenido presente la extrema peligrosidad de un modelo de vida y acción que, si a penas se viese generalizado o fuese conocido de manea adecuada, podría desbaratar la sociedad de los adormecidos y de los conformistas; por otra parte han tratado de señalar a los anarquistas como responsables de masacres, de secuestros, de banda armada: propiamente lo que los anarquistas no pueden decidir de hacer.

Pero, ¿por qué el Estado trata de «usar» a los anarquistas?

Porque con su elección de manifestarse contrarios a cualquier compromiso y a cualquier connivencia política con los actuales o los futuros dominadores se prestan de forma ideal para ser utilizados en este sentido.

¿Dónde encontrarán quien les defienda?

¿Quién se arriesgará por su causa?

Ninguna persona de bien podría hacerlo, y propiamente por esto, para tenerse para si a las personas de bien, es por lo que el Estado controla, roba, masacra y todo lo demás.

El Estado podría contentarse metiendo en la cárcel a los anarquistas simplemente acusándoles de comportamiento antisocial, de profesar una doctrina peligrosa, de vilipendio de los órganos institucionales, de apología de delitos varios, de incitación a la revuelta. Decenas y decenas, por no decir centenares, de procesos de este tipo se han celebrado y nunca ha habido condenas serias: de pocos meses a algún año.

Pero los anarquistas quebrantan la quietud dorada de los bienpensantes, pueden constituir la pequeña llama que inicie el incendio, y con los tiempos que corren es necesario tener una estrategia adecuada para ponerlos completamente fuera de juego.

Sale así a relucir un señor Antonio Marini, sustituto procurador de Roma. Un señor de dientes afilados y de fértil cerebro para inventar historias. Tiene a sus espaldas la experiencia de procesos como los de el caso Moro o el atentado al Papa, por lo tanto no hay persona más idónea que él para el menester: nunca jamás podría llegar a entender como razonan los anarquistas y de que cosas — en términos legales — son constantemente responsables.

Así es como el egregio Marini se pone en la estela de sus ilustres predecesores y construye su teorema: los anarquistas son responsables de las miles de acciones contra el Estado y contra sus tentáculos económicos que en los últimos años se han producido en todo el territorio nacional. Sin embargo el teorema hace agua. ¿Como se puede demostrar que unos pocos anarquistas han tirado abajo centenares de postes eléctricos o incendiado las filiales Standa del señor Berlusconi? No se puede. Es necesario por lo tanto ponerles en el centro de otro tipo de hechos más graves: masacres no es que haya demasiadas a mano (en el futuro no se sabe, ya veremos), pero hay secuestros. Se les puede atribuir a ellos los hechos, verdaderamente desconcertantes, de haber tomado parte en todos los más importantes secuestros de los últimos años.

Que importa que muchísimos anarquistas estén en contra de cualquier forma de prisión; esto el señor Marini no lo sabe. Elaborado el teorema, conducido por el corolario de la banda armada, se encuentra también una joven que sostiene de conocer a los anarquistas, de conocerles bien, de haber hecho incluso un atraco con algunos de ellos. El resto vendrá por si solo.

Adelante señores, estamos en la enésima escenificación.

En su tiempo fueron las bombas de la Feria de Muestras de Milán. Algunos compañeros de Milán serán acusados de intento de masacre y retenidos en la cárcel durante casi un año. Durante el proceso todo se desinfla. Montaje.

Después la masacre de Plaza Fontana, con decenas de muertos. Los anarquistas responsables. El asesinato de Pinelli, arrojado al vacío desde una ventana de la comisaría de Milán. Hoy la misma magistratura, después de casi un cuarto de siglo, ha tenido que admitir que quienes pusieron las bombas fueron los servicios secretos del Estado democrático italiano. Montaje.

En 1980 se producen decenas de detenciones de anarquistas en toda Italia, acusados de atracos, de banda armada e insurrección contra el Estado. El proceso no supera ni tan siquiera la fase instructora. Montaje.

De 1984 a 1988 se producen al menos cuatro tentativas de implicar a los anarquistas en los hechos relacionados con los postes de alta tensión saboteados por casi todo el territorio italiano. A pesar de los diversos procesos celebrados no se produce ninguna condena. Montaje.

En 1989 se trata de construir ad hoc una «asociación subversiva» después de la detención de algunos anarquistas durante un atraco. La acción judicial queda abortada. Montaje.

En 1991 clamorosa operación dirigida a implicar a un presunto grupo Anarchismo e provocazione en el secuestro de Mirella Silocchi. El grupo se revela como inexistente, mientras existen desde hace mucho tiempo una revista que se llama Anarchismo y un periódico que se llama Provocazione. La intentona de dar vida a esta maquinación queda abortada. Montaje.

En 1994 registro en Florencia en la redacción del semanal anarquista «Canenero» (en el mismo local poco antes había sido encontrado un micrófono) y se consignan tres «avisos de garantía» a varios compañeros en relación a los atentados contra los negocios Standa propiedad de Silvio Berlusconi. En este caso también el proceso no supera ni tan siquiera la fase instructora. Montaje.

Aquí estamos otra vez de nuevo.





jueves, 12 de diciembre de 2013

XXV Congreso de la AIT, un paso más del anarcosindicalismo internacional



El pasado 8 de diciembre culminó el congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, a la que la CNT-AIT está adherida con el resto de organizaciones internacionales del sindicalismo revolucionario. Un congreso que da paso a la nueva andadura que supondrá para la Internacional todo un reto en ampliar la presencia en un mundo de tiempos convulsos que afligen a toda la clase trabajadora.
En el transcurso del congreso quedó patente la consolidación de aspectos organizativos que son fundamentales para mejorar un funcionamiento interno que pueda revertir en una acción más coordinada. Gran parte de los esfuerzos del congreso se centraron en la coordinación de la acción sindical de las federaciones autónomas asociadas. Cabe destacar el interés en mantener una red de trabajo internacional coordinado por ramos de producción.
La expansión sigue siendo un tema principal que se analiza continuamente, sobresaliendo esta vez la orientación hacia Asia Oriental, con el objetivo de mejorar los contactos ya establecidos e introducir las ideas anarcosindicalistas donde aún no exista presencia de la AIT. El incremento en Asia de la actividad sindical de base, al margen de los sindicatos tradicionales de corte vertical ligados a gobiernos y partidos, siendo China su mayor exponente, aumenta el interés de la internacional en desarrollar estrategias propias de afianzamiento en la zona.
Del mismo modo se analiza la conflictividad de la actual explotación capitalista en el campo, donde se producen serios enfrentamientos entre trabajo y capital, denunciando desde criterios anarcosindicalistas la especulación financiera de los productos alimenticios, que lleva a la pauperización de la sociedad mundial. Se constata un paulatino incremento de proyectos libertarios, indígenas, etc, autogestionarios, lo cual facilita la interrelación entre las iniciativas de producción y consumo en base a la óptica del comunismo libertario.
El interés que suscita la AIT en distintos países queda patente con la incorporación como Amigos de la AIT de la FAS austriaca y la SAT de Bulgaria. Por otro lado, la ASF australiana, coincidiendo con su actividad sindical más dinámica, deja de ser Amiga de la AIT para convertirse en Sección de pleno derecho.
No menos importante ha sido la impecable labor de organización que ha llevado a cabo el sindicato anfitrión, CNT-Valencia, permitiendo un óptimo desarrollo del congreso. Asimismo, han organizado unas jornadas culturales internacionales centradas en temas vigentes dentro de la actividad de la Internacional, que han servido de impulso al congreso. Se han tratado, entre otros, temas como la represión a la inmigración procedente de los países pobres mediante las cárceles encubiertas llamadas Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), las diversas reformas económicas y laborales de los últimos años en Alemania o la recuperación de empresas e iniciativas autogestionarias en los tiempos de crisis económica en Argentina. También se ha expuesto una interesante colección de carteles históricos.
La Sección Polaca ZSP recoge ahora el testigo del Secretariado de la Internacional; con ello tendrá la ardua labor de continuar con la expansión del sindicalismo revolucionario y la coordinación de las luchas de las diferentes Secciones.
Secretariado permanente del Comité Confederal de la CNT.


El Stanbrook, los últimos exiliados de la República



Desde el Puerto de Alicante, último reducto del régimen republicano, zarpó el último barco con exiliados con un pasaje de 3.028 personas. Su destino fue la costa de Orán. Muchos de ellos acabaron en campos de concentración franceses en Argelia y, después, luchando por la liberación de Francia en la División Lecrerc.
Helia González tenía cuatro años y tres meses el 28 de marzo de 1939. A pesar de su corta edad en aquel momento y de sus 77 años actuales, recuerda cada detalle de todo lo que sucedió durante aquellos días: los últimos suspiros de la República. Las tropas de Franco avanzaban desde Almería con destino Alicante, mientras que las columnas de Mussolini llegaban por el norte. Alicante estaba acorralada. Decenas de miles de personas iban llegando al puerto para escapar de lo que se convertiría en una ratonera. Helia consiguió entrar en la última vía de escape junto a su familia: el Stanbrook. “Nada más salir comenzaron a caer bombas donde estaba atracado el barco. Eran los italianos”, recuerda Helia a Público.
Con la dimisión del presidente Azaña, la huida de la flota republicana en Cartagena y la sublevación del coronel Casado en Madrid que había provocado la caída y el exilio del Gobierno de Negrín, los puertos de la costa levantina -y en especial Alicante- se convirtieron en la última esperanza de todos los combatientes republicanos, o simpatizantes, que pretendían huir de España para escapar de la represión. A lo largo del mes diferentes navíos como el Marionga o el African Trader zarparon rumbo al norte de África, así como numerosos barcos pesqueros que partieron desde los puertos de El Campello, La Vila Joiosa, Santa Pola y Torrevieja.
Helia, que tenía cuatro años, viajó junto a su familia en el Stanbrook
El padre Helia llegó el mismo día 28 de marzo del frente de batalla. Vivían en Elche. Su padre llegó alterado y ordenó a todos que había que huir. Las tropas de Franco y Mussolini estaban llegando. “Recuerdo cómo mi madre preparó una tortilla de patatas con un solo huevo para los cuatro. Era la única comida que teníamos y la tuvimos que compartir en el barco con otra familia que no tenía absolutamente nada”, cuenta Helia.
La familia de Helia llegó a Alicante al anochecer. En unas horas, a las 23 horas, zarparía el penúltimo barco del exilio. Unos minutos después lo haría el Marítime, con 32 autoridades republicanas de la provincia, dejando ya en los muelles a una multitud desesperada, atrapada en la ratonera del puerto alicantino. En el Stanbrook, un viejo carguero inglés comandado por el capitán Archival Dickson, 3.028 personas, entre ellos 147 niños, encontraron una salida. Otras decenas de miles no encontrarían esta salida.
El escritor Eduardo de Guzmán, que quedó en el puerto, escribiría en su cuaderno: “Continúan los suicidios. En la parte exterior del muelle dos cadáveres flotan junto al rompeolas. Un individuo que pasea por el muelle con aparente tranquilidad se pega un tiro en la cabeza. Otro muchacho se pega un tiro y la bala después de atravesar su cuerpo hiere mortalmente a un viejo de pelo blanco. Dos días más y el fascismo no tendrá nada que hacer porque nos habremos matado todos”.
22 horas de viaje
Con más del doble de pasajeros de los permitidos, el Stanbrook zarpó rumbo a Orán. Helia recuerda como el capitán Dickson, el único que se apiadó de los vencidos, permitió que entrara todo el mundo posible al barco desobedeciendo las órdenes de seguridad y ordenó a los presentes que nadie se moviera durante el viaje por peligro a desestabilizar el barco. “El trayecto fue infame. Llovió y no teníamos con qué cubrirnos. Tampoco podíamos ir al aseo. La embarcación tenía solo dos aseos y éramos más de 3000,y allí se había refugiado un montón de gente. Hice mis necesidades en la cubierta”, rememora.
A bordo del barco también estaba el abogado José Escudero, gobernador civil de Salamanca, Zamora y Granada a lo largo de la II República. Su nieto, Paco Escudero, ha recuperado parte de su memoria en la obra Pasajero 2.638. Nada más desembarcar en Orán, José escribió una carta a su mujer describiendo el viaje:
“A las 22 horas de salir llegábamos a Orán y en un puerto hemos pasado los 8 peores días de mi vida. Pasábamos el día y la noche como borregos, unos encima de otros, sin comida apenas, con agua escasa. ¡Un horror! Anteayer desembarcamos unos cuantos, ayer lo hicieron otros y hoy y en días sucesivos terminarán con los que quedan”.
Destinos múltiples
La suerte de los más de 3000 pasajeros fue muy dispar. Las autoridades francesas comenzaron una caza de comunistas que tendría por objetivo reclutar en campos de concentración a aquellas personas que consideraban revolucionarias. El diputado francés de extrema derecha Albert Sedró llegó a pedir en el Parlamento que mandaran a los portadores del germen revolucionario a una isla al fondo del Pacífico.
Dos mil refugiados  fueron obligados a construir las vías del tren transahariano
Miles de españoles acabaron en campos de concentración con el objetivo de construir el imposible tren transahariano. Proyecto francés que arrancó en la I Guerra Mundial con presos alemanes como mano de obra y que continuaría al borde de la II Guerra Mundial con la mano de obra española.
El investigador José Aurelio Romero ha recopilado la vida de Ramón Vías, miembro del pasaje del Stanbrook, que terminó en un campo de concentración. “Estuvo en celdas de castigo y se erigió en dirigente de la oposición dentro de los campos, por lo que fue condenado a muerte por los franceses”, cuenta Romero a Público. Afortunadamente para Vías, la II Guerra Mundial ya había comenzado y los estadounidenses llegaron al norte de África para luchar contra el régimen frances títere de Hitler, la Francia de Vichy.
“Tras su liberación viajó por Túnez hasta que consiguió entrar en patera a España por Nerja en un viaje de dos noches y un día. Se refugió en las montañas de Málaga donde trató de reunificar a los guerrilleros”, relata Romero. Dos años más tarde, Vías fue detenido por el régimen de Franco y encarcelado en la prisión de Málaga, de donde consiguió escapar pocos días después.
“Como Vías tenía el cuerpo destrozado de las palizas recibidas en prisión no pudo refugiarse en las montañas. Se quedó en una chabola en las afueras y a los 25 días la Policía lo pilló. Cercaron la casa. Lo mataron a él, a sus dos escuderos y al dueño de la casa”, señala.
De comerciante a artista en Argelia
José Escudero tal y como relata en su carta fue a parar a un antiguo almacén de trigo junto a otros centenares de refugiados donde pudo “lavarse y afeitarse”. En este punto la familia perdió el contacto con él. Sólo saben que viajó hasta París y de ahí a México, desde donde retornó a España en el año 1951.
Helia y su familia sobrevivieron en Argelia como actores en un compañía de teatro
Helia fue a parar junto a su madre y su hermana de apenas unos meses a la cárcel del cardenal Cisneros. “Allí siempre escoltados por la guardia de senegaleses, nos ducharon y nos desinfectaron. Luego nos llevaron a un lugar cercano que era una especie de colonia para colegiales. Aún estaba en construcción y a menudo había explosiones para sacar piedra de la tierra. Con cada explosión cundía el pánico”, recuerda.
Tiempo después, un familiar de su madre que había emigrado a Argelia antes de la guerra fue a recogerlos y la familia se trasladó a la ciudad de Sidibel-abbesh. “Solamente se podía salir de los campos si alguien iba a buscarte. Conocimos a una señora muy mayor, madame Martínez, que consiguió sacar a todos los Martínez alegando que eran todos hijos suyos”, rememora.
El destino tendría depararía una sorpresa más para la familia de Helia. En Argelia operaba una compañía de teatro español que había quedado dividida en dos, como España, tras el golpe de Estado de los militares. “La compañía estaba formada por dos familias. Los Salgueron se volvieron a España y la familia Pineda vino a buscarnos para completar la compañía”, apunta.
Los siguientes ocho años Helia y su familia recorrieron cada una de las poblaciones de Argelia con la compañía de teatro español. “No iba al colegio, ni tenía casa fija. Viajábamos en carros, a pie o en autobuses cargados hasta la baca. Actuábamos en patios de colegio, en las salas de bar, en los patios de las casas, etc.”, señala esta señora, que recuerda que la obra que más gustaba al público era Tierra Baja de Angel Guimerà.
En julio de 1949 la familia consiguió regresar a España y rehacer su vida. Tras la decepción de que el fin de la II Guerra Mundial no trajera la democracia en España, Helia recuerda como su padre vivía con la ilusión de que la muerte de Franco trajera “nuevos aires a España”. Su padre vivió para ver a Franco morir, pero pronto se dió cuenta, recuerda esta mujer, que la democracia “no cambiaría nada”. “La cosa estaba atada y bien atada”, sentencia.
La liberación de Francia
De los campos de concetración de españoles en el norte de África salieron los republicanos de la nueve, un pelotón que se unió a la División Lecrerc. En el verano de 1944 esta división llegó a Francia y tras diversas incursiones consiguió llegar a París. El 24 de agosto de 1944 la 2ª División blindada comandada por el general Leclerc, recibe la orden de avanzar hacia París. El grueso de su compañía, la novena del tercer regimiento de marcha del Chad, la formaban republicanos españoles que habían estado en los campos de concentración de Argelia, muchos de ellos también pasajeros del Stanbrook.
El teniente Granell y sus hombres liberaron París con Madrid en la memoria El teniente Amadeo Granell, pasajero 2.073, capitaneó la avanzadilla que entró en París con vehículos semiblindados bautizados con nombres como la guerra de España. Llegó a la plaza del Ayuntamiento y anunció a los parisinos refugiados en el Consistorio que eran una avanzadilla de la División Lecrerc.
“La plaza se había llenado de gente. Se cantaba, se daban vivas extentorias, se bailaba, nos besaban. Lloraban de alegría. Era la libertad. Jamás me he sentido tan emocionado. Se entonó una marsellesa, yo quise cantar pero no pude. Se me puso un nundo en la garganta. No quería pestañear para que las lágrimas que se me agolpaban en los ojos no se me derramaran sobre las mejillas. País liberado, ¡qué alegría! Yo sin poderlo evitar pensaba en Madrid y en España.
El 25 de agosto De Gaulle presidió el desfile de la liberación. Las banderas de la República española estuvieron presentes en la ceremonia. Después, La Nueve fue hasta Alsacia y Lorena y marchó hacía el escondite de Hitler, pero ya no estaba allí. El nazismo ya había sido derrotado. Los pensamientos de estos soldados se dirigían a España y el franquismo. Pero la esperanza pronto se tornó frustración y las promesas cayeron en el olvido. El espíritu de la liberación llegó hasta los Pirineros.

lunes, 9 de diciembre de 2013

La guerrilla urbana anarquista




Hablar hoy de resistencia antifranquista en España es hablar de anarquismo y guerrilla urbana. No se concibe la historia de la lucha de los años de la dictadura sin los rostros de aquellos militantes que en los medios de comunicación eran calificados de bandoleros o atracadores. No era así, su lucha era una lucha política, y sus expropiaciones parte intrínseca de esta lucha. Sus nombres, en esta vergonzosa y amnésica transición española, están aún por recuperar. Hacerlo forma parte de nuestra lucha cotidiana.
Aquí puedes oír mas sobre el tema: