lunes, 31 de marzo de 2014

La CNT en la lucha contra la dictadura franquista


Cipriano DAMIANO
El último parte de guerra de los sublevados victoriosos expresaba que «alcanzados los últimos objetivos militares, la guerra ha terminado». Nada más lejos de la realidad. Simplemente porque sobrevivieron hombres convencidos de que habían perdido una gran batalla mas no la guerra en sí. La contienda dejaba de ser una lucha entre dos ejércitos convencionales, pero se abría una nueva fase en la pugna entablada entre la opresión y la libertad. En el tesonero empeño ocupará el Movimiento Libertario la primera línea de combate a escasos días de distancia de la proclamada «paz». Le empujaba la ilusión y la esperanza en el porvenir. Tal magnitud llegará a alcanzar el esfuerzo desarrollado que a lo largo de los años abocaría casi al agotamiento. Acosados por la inanición, el escorbuto, el tifus y la constante amenaza de eliminación física, unos escasos pioneros del renacer iniciarían en el campo de concentración de Albatera lo que algún tiempo después constituirá una inestimable epopeya aun no suficientemente desvelada para conocimiento y lección de las nuevas generaciones.
Se arrancaba poco menos que de la nada. España había retrocedido en el tiempo y sumergido en la desesperanza. Eran aciagos días de inusitada represión. De baño de sangre sin precedentes, pero también de esfuerzos organizativos de una minoría sustraída al ambiente de terror que buscaba condiciones objetivas que permitieran enfrentarse al dilema de ser o perecer. Es cierto que la acción guerrillera se desarrolla paralelamente a la declaración «oficial» de que la guerra había terminado, pero salvada alguna acción colectiva esporádica –por ejemplo, una huelga improvisada, por trabajadores dependientes de la Maestranza de Ingenieros de Cádiz en el inicio de los años cuarenta–, los sentimientos populares subyacen soterrados, presos del terror que provoca el tremendo baño de sangre que se desarrolla con métodos y ferocidad hasta entonces desconocidos.
Digamos en síntesis que el Movimiento Libertario da un gran paso en el camino de la resistencia al sugerir y coronar victoriosamente la creación de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, llamada a marcar grandes hitos en la historia de la oposición antifranquista. Cuando el organismo es constituido ha sido ya fusilado Esteban Pallarols, primer Secretario Nacional en la resistencia y varios comités nacionales han pagado la osadía con tremendas sentencias de prisión. Todo un lustro de afanes y sinsabores han quedado atrás. Durante su permanencia ha habido constancia, tesón, resolución de victoria, pero con independencia de alguna hoja volante hecha circular de mano en mano, la alusión concisa y escueta en algún que otro boletín interior, las manifestaciones multitudinarias no tendrán presencia hasta 1947. Se dan por primera vez, impulsadas por la Alianza de Fuerzas Democráticas, a su vez promovida y orientada por la fuerza predominante de la CNT en las ciudades del Norte. De este hecho singular nos ha quedado el inestimable testimonio del militante cenetista J.M. Molina en su libro El movimiento clandestino en España, donde dice: La CNT, los socialistas, la UGT y las Juntas Municipales Vascas fueron las actoras del acontecimiento. La lealtad mutua de estas organizaciones permitió preparar con éxito la huelga general en todo el País Vasco el primero de Mayo de 1947, orientada y dirigida por la Alianza Sindical CNT-UGT y Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV). Su acción se hizo sentir en el propio palacio de El Pardo. Las primeras represalias no se demoraron: de diversas factorías fueron despedidos unos 10.000 trabajadores, pero en protesta de ello se recrudeció la huelga, abandonando el trabajo más de 35.000 obreros, pese a las medidas severas tomadas por los gobernadores sobre todo por el de Bilbao, Genaro Riestra, entre las que figuraba la anulación de contratos de trabajo, la pérdida de los derechos de antigüedad y la detención de cuantos estaban en régimen de libertad vigiada. La huelga fue secundada por más de 60.000 obreros. Centenares de trabajadores fueron apresados en las cuatro provincias y salvajemente torturados en la mayoría de los casos. Se destacaron en la aplicación de estos tormentos el comandante Miguel Marra, Jefe de los Servicios de Información de Fronteras y los comisarios de policía Manzanas y Razan.
El conflicto alcanza notable repercusión en Cataluña. En solidaridad con el Norte, declaran la huelga general los sindicatos Fabril y Textil de Barcelona y comarcas del cinturón. El éxito es a todas luces esperanzador no ya por la oportunidad de la acción y sus motivaciones solidarias, sino por los resultados finales que se obtienen. Porque si bien en un principio se reclama como acto solidario adscribiéndolo al Primero de Mayo, deriva por su propia dinámica a la reclamación de peticiones salariales concretas. Se perturba seriamente todo un sistema productivo y, por interrelación, todo un serial de industrias tributarias quedan ostensiblemente afectadas. El resultado de la acción se salda con la conquista de un 20% sobre el salario entonces en vigor, que se hace extensivo a los trabajadores de La Catalana de Gas, de San Adrián; a los de Vulcano y a los de diversas factorías metalúrgicas. La CNS recibía en esta ocasión un notable rejón de muerte. En algún rincón o desván oficioso u oficial debe conservarse un documento excepcional del Comité Regional de la CNT catalana dirigido a los trabajadores y difundido profusamente días antes de que el conflicto fuese llevado a la práctica. En él se manifestaba: «Estemos prestos a paralizar el trabajo si así lo requieren nuestros hermanos del Norte. La bandera que ellos han enarbolado en este Primero de Mayo debe mantenerse por la voluntad decidida del proletariado español, ya que ello significa el primer paso en firme hacia nuestra liberación».
En otras regiones menos preparadas o más abatidas por la represión se manifiesta la resistencia mediante acciones guerrilleras y campesinas. Así en Extremadura, Galicia, Centro y Andalucía, sin olvidar Levante y Aragón. En Cataluña, paralelamente a los hechos relatados, prevalecerá la guerrilla urbana dilatada durante muchos años.
Estos hechos causan un gran quebranto, al provocarse el recrudecimiento de la represión. La CNT a partir de entonces se verá forzada a recluirse en el círculo de los fieles por algún tiempo. Pero en 1951 –meses de Febrero y Marzo, existen en Cataluña unas condiciones propicias que se inician desde la Universidad– tiene en Barcelona una participación decisiva en la huelga llamada «de los tranvías» y su posterior carácter general durante cuarenta y ocho horas. Electrizados por semejante acontecer que devuelve a muchos la moral significativamente disminuida, los militantes anarcosindicalistas se decidieron a promover nueva huelga en Cataluña. Importa destacar que en esta ocasión la CNT marcha sola, si bien con la promesa de la UGT de contribuir conforme le permiten sus relativas posibilidades. Las llamadas se, centran en la festividad del Primero de Mayo. El peso más fuerte de la acción recayó en los sindicatos de Metalurgia y Fabril y Textil, si bien el de Construcción desarrolló una acción meritoria.
En un casetón de Cerdanyola del Vallès, abrigados al calor de la lumbre de unas retamas y alumbrados por dos candiles, en una noche de vísperas, se fraguó todo el plan. El sindicato Metalúrgico consiguió paralizar algunas fábricas en Pueblo Nuevo, en el Clot y en otras zonas decisivas. Lo propio es atribuible al sindicato Textil, que consigue extender la huelga a importantes industrias de la zona. Pero la máxima expresión del conflicto vendrá dada en Mataró, cuya ciudad acusó la total paralización de sus industrias claves. Después, corno fuera previsible, sobre vendría la normal represión. Una veintena de militantes de la comarca pagarán la gesta, de la que habían sido clave los veteranos militantes Galcerán y Boada, y muchos otros en Barcelona y su cinturón industrial, amén de sanciones y despidos. El número de huelguistas pudo ser ponderado entre los cuarenta y cincuenta mil. Importa señalar que todo el sistema represivo se movilizó, tan pronto tuvieron noticia de los comunicados que se hacían circular. Se amenazó públicamente por parte de la CNS, haciendo difundir textos plagados de insultos y amenazas. Todo resultó, sin embargo, vano (remitirnos al curioso lector al Diario de Barcelona del 1 de Mayo de 1951).
Habrá que esperar impacientes la década de los sesenta para que la oposición ostensible al régimen se haga notar con eficacia. Atrás habían quedado muchos militantes, unos asesinados, otros aherrojados en las peores condiciones humanas, no pocos desfondados por una pelea que podía parecer perdida irremisiblemente, pero una minoría persistía con tesón, perseverancia inasequibles a cualquier fallo denegatorio. Y por leve que fuese el esfuerzo de estos hombres tuvo la gran virtud de transmitir la ilusión y la esperanza de un legado histórico que no podía quedar abandonado en el arroyo. La huelga de los mineros asturianos marca un hito importante. Las universidades se movilizan después de algunos años de «reposo». En Cataluña hay un enfrentamiento abierto contra Galinsoga, paniaguado franquista designado a dedo para dirigir La Vanguardia, que se resuelve con una incuestionable victoria. Ya no son sólo los trabajadores quienes acuden al combate; de los más diversos sectores acuden hombres a concitarse contra el franquismo. Así es posible que en 1962 se produzca el «contubernio de Munich», saldado con grandes represalias, pero que hacen imposible ya retener por más tiempo la vigencia del corsé que brutalmente se impuso al pueblo español.
En 1965 se percibía que el adormecimiento provocado por las continuas represalias tocaba a su fin. Ya se observa el convencimiento de que el Régimen se acercaba a la frontera de lo imposible. Desde tiempo atrás, la UGT y la CNT, así como la SOCC de Cataluña aparecían hermanadas en acciones comunes de mayor o menor relieve y por otra parte las nuevas generaciones de militantes que no arrastraban el trauma de sus mayores. El foco más decisivo lo ofrecerá, como en tantas otras ocasiones, Cataluña, empeñada en la celebración del Primero de Mayo. Es de destacar que en este aniversario –ya el Régimen tan envejecido y cuarteado– se concita la verborrea más ofensiva e insultante de los plumíferos asalariados: «Que se coloquen de esta parte de la trinchera y entonces dialogaremos; pero si persisten en permanecer al otro lado volveremos a usar golpes y pistolas, ya que en esto les podemos dar lecciones», dirá Rodrigo Royo en SP. Y la Hoja del lunes, de Barcelona, expresará: «Se vigila la actuación del marxismo más o menos descarado y se ponen los medios para que los derrotados de 1939 no se alcen con la victoria gratuita de 1965…». Y, en efecto, se vigilaba. Contra la CNT se ejerce una fortísima represión. Fueron reacciones desesperadas; las represalias se harán inusitadas. Algunos pagarán con años de condena. Otros se librarán de los interrogatorios mediante esfuerzos mentales y esforzada resistencia psíquica y alguno será actor de una de las más espectaculares fugas que se produjeran durante los años represivos, después de haber sido detenido y medianamente interrogado. Pero todavía en 1969 la CNT tendrá una destacada participación en la celebración del Primero de Mayo, cuando ya se creía que se encontraba anquilosada. Se produce el asalto e incendio de algún que otro autobús, previo desalojo de sus ocupantes; se incendia una lujosa boutique situada en el corazón del aristocrático barrio de Salamanca, así como numerosos coches deportivos y se efectúan enfrentamientos abiertos con la fuerza pública. Se iniciaba una nueva etapa con el ya marcado declive de la dictadura. Pero todavía en 1970 se producen redadas y consiguientes condenas en Madrid y Valencia. La CNT, en cuarenta años mal contados, había dado de sí más, mucho más de cuanto se le podía haber reclamado. ¿Han perdido virtualidad los ideales que tanto animaron a los militantes cenetistas? No. Y cabría preguntarse ahora si es que hemos perdido la brújula.

Publicado en Polémica, n.º 4-5, junio 1982

No hay comentarios:

Publicar un comentario