sábado, 30 de agosto de 2014

La resistencia anarquista en la Alemania Nazi

Durante años los investigadores académicos mantuvieron que nunca hubo un movimiento anarquista en Alemania, aparte de literalmente uno o dos nombres. Tras la 2ª GM, los archivos policiales fueron tomados por los americanos y cuando se abrieron los eruditos encontraron que la resistencia anarquista alemana de la época había sido extremadamente grande. Había habido un movimiento anarquista muy activo e influyente en la clase obrera desde los tiempos de Bismarck hasta los de Hitler. Esto no había tenido demasiada trascendencia porque para los historiadores los trabajadores en general, así como las mujeres en particular, sólo existen en lo referente a las políticas de poder o a las corrientes intelectuales (también, quizás, exige una cierta investigación verdadera lo que es diferente a hojear los libros de otra gente). Aquí solamente podremos dar algunas pinceladas a la investigación.
Gran parte del viejo movimiento anarco-sindicalista, la FAUD, se centraba en Renania y el Ruhr, en donde tenía su base en las minas y en la industria pesada y se había construido sobre la experiencia de los consejos obreros de 1918. En Baviera, el movimiento obrero era mucho más voluble. El nacionalismo bávaro oscureció los acontecimientos: en Munich, el pueblo casi lamentó la muerte de la pequeña regencia hereditaria local, pero en unos meses se levantaba en masa contra la burguesía y la clase alta, aunque algunos veían esto como un contrapunto a la dominación prusiana. Se formó un ‘ soviet ‘ con la participación de intelectuales anarquistas – para ser aplastado por la viciosa dictadura burguesa-cristiana. El nuevo partido de Hitler iba a formar parte a su debido tiempo de estas fluctuaciones de simpatías, al principio porque se le creía ‘ monarquista bávaro’. Su golpe de ópera-bufa en 1923 fue suavemente desarticulado por el mismo gobierno que masacró a los trabajadores de la comuna de Munich. En algunos lugares como en Wurttemberg funcionaron secciones de la FAUD durante la república de Weimar, principalmente de los trabajadores ferroviarios que habían escapado de Munich.
En Berlín los anarcosindicalistas formaban parte de un movimiento anarquista mucho más amplio y se desenvolvía dentro de una cultura socialista distinta, amargamente dividida entre los socialistas ortodoxos y los comunistas que minimizaban el efecto del anarquismo. El éxito del partido de Hitler tuvo un efecto de ruptura y parálisis en la clase obrera. Durante años se pensó, incluso los que se oponían al partido comunista, que su Frente/Ejército Rojo lucharía contra el fascismo. Se esperaba que la lucha viniera con el éxito de éste ejército, no con su fracaso. Esta actitud estaba asimilada incluso por los que abogaban por la unidad socialista-comunista contra el nazismo. Aunque las formaciones de clase obrera tenían una larga tradición de lucha en las calles contra el Hitlerismo, nadie previó que la lucha terminaría sin un disparo o una explosión.
En una ciudad como Colonia, sólo meses antes de que Hitler tomara el poder los anarco-sindicalistas habían organizado una manifestación, recibiendo un enorme apoyo popular, contra la visita del Dr Goebbels, que se quejó amargamente de ‘ ser perseguido en su ciudad natal como un criminal’. Era un desafío a las tendencias mayores, que se sentían obligadas a organizar manifestaciones similares, haciendo los tours nazis de propaganda, en la época de la depresión, arriesgados en extremo (justo cuando los ‘ historiadores ‘ más tarde dirían que los nazis estaban consiguiendo un apoyo mayor). Hitler tuvo que viajar en aeroplano (entonces considerado peligroso) como mal menor.
En Berlín, las marchas de los Nazis fueron rodeadas y protegidas por la policía (como las marchas fascistas en Gran Bretaña). Isherwood, como joven observador algunos meses antes de que los nazis tomaran el poder, apuntó cómo las muchedumbres hostiles en el distrito obrero de Moabit se reían cuando un veterano capitán de las SS no podía mantener el paso, y encontrándose a sus propias fuerzas, e intentaba frenéticamente alcanzar el cordón protector. (Unos meses más adelante ese capitán probablemente sería investido con poder sobre la vida y la muerte de los que se reían de él).
Las bandas asesinas nazis atacaban a opositores cuando éstos estaban solos. Sin embargo eran bastante cobardes en una confrontación abierta. (La banda a la que pertenecía Horst Wessel lo intentó y éste se convirtió en un mártir nazi). Las actividades de hostigamiento a los judíos (antes de tomar el poder) iban contra los profesionales liberales o los escritores, a menudo cuando estaban sentados en cafés, y pequeños comerciantes, dejados a su suerte. Nunca se les ocurrió intentar ataques en las zonas de obreros organizados de los barrios proletarios, allí quedarían demasiado aislados. Después de que Hitler tomara el poder – éste le fue dado por Hindenburg, con la aprobación tácita de la mayoría de los partidos – la fuerza de las SS creció dramáticamente. Casi de la noche a la mañana las gigantescas organizaciones obreras se derrumbaron con las detenciones masivas, absolutamente ilegales, de sus líderes. Nada desapareció más ignominiosamente que el Ejército Rojo, un día desfilando en las calles con sus generales entrenados en Moscú, al día siguiente languideciendo en agujeros y sótanos de los campos de concentración formados precipitadamente (al principio en almacenes abandonados) sin el estruendo de un disparo (los desdeñados social-demócratas reformistas austriacos por lo menos lucharon hasta la última bala contra Dolfuss).
Se ilegalizó al partido comunista, y los socialistas y el movimiento sindical trataron de hacer las paces con los nazis y fueron ilegalizados lentamente – después de lo cual la socialdemocracia no tenía nada que ofrecer. Los líderes de los sindicatos intentaron transferir sus fondos a las organizaciones de veteranos de guerra (las que por razones ideológicas los nazis no podrían secuestrar, pero sí controlar de todos modos). Toda la clase obrera quedó atontada por el hecho de que toda la defensa que habían construido a su alrededor se había ido con el viento.
Esto también superó a los anarquistas alemanes, excepto en Renania, que pasaron a ser un movimiento disidente marginal, incapaces de hablar y por tanto de crecer. Los trabajadores renanos fueron más lentos decaer, no se vieron provocados inicialmente por la acción industrial de los nazis, pero como la propaganda ácrata desapareció, ellos también terminaron por hacerlo (sin embargo nunca totalmente). Durante los doce años de la dictadura nazi, algunos grupos aislados, basados especialmente en la industria, permanecieron activos. Pero no fue posible ninguna acción coordinada, aunque en Madrid durante la guerra civil la gente hizo cola para contemplar un falso obús alemán en el escaparate de un gran almacén, llevando una inscripción, ‘ ¡Camaradas! Los obuses que yo hago no estallan’. (Pudo haber sido una señal de sabotaje, cosa que continuó, o pudo ser propagada – ¿quién lo puede decir?) En donde los anarquistas alemanes y los comunistas de consejos (que durante todo el período nazi aparcaron sus diferencias, nunca grandes) resistieron fue por la acción individual. Es ironía de la historia, aunque típica, que el único intento de asesinato contra Hitler digno de conmemoración haya sido el de los generales de clase alta que apoyaron su esfuerzo bélico hasta que ya se iba a perder (mientras que intelectuales tales como Rudolf Rocker y Agustín Souchy de la Asociación Internacional del Trabajo declinaron tras la guerra utilizar la documentación sobre atentados anarquistas contra la vida de Hitler con argumentos indudablemente ciertos, de que tal actividad es lo que trae mala reputación a los anarquistas !! ‘).
Nadie asumió que el asesinato de Hitler traería la derrota automática del nazismo. Pero tal era la adoración del héroe Fuhrer, que habría desestabilizado a todo el partido nazi, y habría sido un revulsivo en la confianza de la mayoría de los anti-nazis para levantarse una vez más, aunque solo fuera para defenderse. No hubo tantas tentativas de asesinato contra Hitler como contra Mussolini por parte de los anarquistas italianos, pero fueron bastante más de las que generalmente se suponen. Solamente se enumerarán algunas aquí, y no hemos tocado (hasta conseguir más detalles) otros aspectos de la resistencia tales como el de los anarcosindicalistas en Duisburgo. No se ha hecho ningún intento serio de investigación por parte de aquéllos en posición de sacarlo a la luz (No sea que quite mérito al argumento de los generales y los aristócratas prusianos de que era su último cartucho para salvar el Reich?). La primera intentona (de hecho fue la destrucción del Reichstag y no un plan de asesinato) fue la de Van der Lubbe, un comunista de consejos. Pensó que el quemar el parlamento de los nazis y de los que los que les habían regalado la victoria sería la señal para el levantamiento del proletariado. Aunque logró quemarlo entero fue denunciado por el comunismo mundial y sus aliados liberales como agente nazi. Se sugirió que los nazis lo hicieron ellos mismos para desacreditar a los comunistas (una típica respuesta liberal a la acción).
El Schwarzrotgruppe, basado originalmente en Düsseldorf, fue el primero y más persistente de los grupos que abogaban por -y que planeaban- el asesinato de Hitler. Creían que el gran error cometido en el incendio del Reichstag fue la implicación de un hombre de origen holandés, considerando que el odio a los extranjeros iba a crecer en Alemania con el lavado de cerebro nazi (aunque en un país totalitario uno está inclinado a pensar que todos piensan y hacen lo mismo). Hicieron dos tentativas que casi alcanzaron su objetivo, una vez en la cervecería de Munich en donde se celebraba el fracasado putsch nazi de 1923, otra vez en la ópera de Nuremberg. Ambas se frustraron en el último momento, pero cuando los implicados ya habían escapado. Éstos huyeron a Glasgow (donde fueron acogidos por Frank Leech, un famoso anarquista, en cuya casa los encontré en 1937). Juzgaron prudente ir a Birmingham (lo que tuvo una consecuencia interesante cuando, una generación más adelante, la policía alemana por una confusión (sin duda causada por la pérdida de sus archivos clasificados en Washington) pensó que el grupo rojo y negro (anarco-pacifista inglés) que entonces existía era el mismo grupo SchwarzRot (Rojo y negro), desde hacía tiempo absolutamente muerto o dispersado, que estaba acusado, para su sorpresa, de ser el responsable del asesinato de un banquero ex-nazi. Hubo una respuesta inmediata a estas dos tentativas fallidas en un plan enteramente individual para disparar a Hitler en una manifestación en Colonia, pero el hombre responsable fue cogido; quizá no haya expedientes. Esto llevó a arrestos masivos de trabajadores renanos y causó una paralización de la actividad. De las muchas otras tentativas que también se hicieron, una de la que tenemos más datos es el de Hilda Monte. Ella estaba tanto en el movimiento anarquista como en el consejista, y había actuado en dos o tres unidades de la resistencia. Como persona extremadamente resuelta, se vió decepcionada de que la gente del Schwarzrot no la hubiera utilizado (creían que su origen judío sería explotado por los nazis, como ciertamente fue el caso posterior de Herschel Grynszpan cuyo asesinato de Vom Rath condujo al famoso pogrom de la ‘ noche de los cristales rotos ‘). Para trabajar más libremente, ella se hizo británica casándose con un activista gay, John Olday, quien a pesar de ser residente alemán desde su nacimiento, tenía pasaporte británico a través de un padre canadiense.
Estuvo implicada en los planes de otro atentado contra la vida de Hitler en una manifestación y escapó por poco a Inglaterra. Olday fue deportado como consecuencia de ésto. Allí el grupo con el cual había estado implicada formuló los planes que serían frustrados por pura casualidad (Hitler no se había dado la vuelta en la manifestación). Fueron financiados inicialmente por un rico industrial, George Strauss, laborista (y más tarde Father of the House; [N de T. título nobiliario?] [Es el título que, en la Cámara de los Comunes británica, se le otorga al miembro de mayor antigüedad]). Hilda Monte volvió a Alemania, pero el plan salió probablemente mal y llegó a Londres antes de que estallara la guerra.
Las autoridades británicas sospecharon de una alemana que regresaba momentos antes de las hostilidades, ¡además ella tenía un marido británico con quien nunca había vivido! La internaron, y como muchos anti-fascistas, sintió la dura humillación. Entrando en contacto con anarquistas británicos, creyó que esta vez lo conseguiría si podía entrar otra vez. Ahora Strauss se había retirado de la sociedad, aunque sus conexiones habían sido útiles (posiblemente pensó que lo estaban engatusando en un complot nazi. Sin embargo después de la guerra él reconoció su ayuda anterior). La persona que Hilda Monte encontró, por casualidad, preparada para respaldarla financieramente y con contactos oficiales era una estrella de cine (quién, ya fuera por casualidad o por descubrimiento fue asesinada por los nazis en Portugal). A ella se le permitió regresar a Alemania (cómo, no tengo forma de saberlo) y entró en contacto con su grupo, fue capturada por la Gestapo y asesinada bastante horriblemente, supongo. Un camarada socialista me informa que Det Sgt Jones, de la Special Branch, le habló durante la guerra de su preocupación por la manera imprudente con la que Hilda había sido permitida regresar y su admiración por su audacia. Parecería que Inteligencia decidió limpiarla de toda sospecha de apoyo a Hitler, y la dejó llevar a cabo su cometido por su cuenta. No se la menciona en ninguna lista de agentes aliados enviados a Alemania (algunos sugieren que se debe a su origen racial o a su sexo pero es más probable que fuera porque era independiente del gobierno): sus acciones se conmemoran en Israel (en donde se guardan los archivos de su caso) aunque nunca fue sionista. Durante la guerra cuando Hitler se reunió con Franco hubo otro plan para asesinar a los dos juntos, esta vez por parte de anarquistas españoles, aunque con una cierta implicación francesa y alemana. Esto habría cambiado el curso de la historia y pudo haber sido un hito de la resistencia anarquista, de haber tenido éxito. Aquellos que desprecian estas tentativas como de amateurs deben considerar que no están hablando de asesinos profesionales sino de trabajadores ordinarios que vivían bajo opresión intolerable. Como mínimo estos acontecimientos deben ser hechos públicos y no ocultarse. Eran representativos de los verdaderos sentimientos de los trabajadores durante los años de la derrota de la clase obrera, cuando sus dirigentes arrastraban su nombre en la inmundicia.
(AM – Black Flag, No. 200, Sept. 1990).


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