sábado, 5 de diciembre de 2015

Lucio Urtubia, el falsificador idealista.



Anarquista, atracador y responsable de una falsificación que puso contra las cuerdas al mayor banco del mundo de la época, el Citibank. Lucio Urtubia es un personaje singular que no encaja en el prototipo de criminal o terrorista. De hecho él se califica como anarquista y durante muchos años dirigió desde Francia una red clandestina de apoyo a diversos movimientos revolucionarios e insurgentes de todo el mundo.


Lucio Urtubia Jiménez nació en Cascante, Navarra, el 18 de febrero de 1931, en el seno de una humilde familia trabajadora. Ya desde crío daba muestras de un espíritu rebelde “me dedicaba a azotar, con ramas de ortigas, las piernas de las niñas burguesas. Me detenían y, como mi madre era pobre y no podía pagar la multa de cinco pesetas, me metían a la cárcel”. Su padre también conoció las cárceles de la época y salió de ellas convertido en comunista.
Lucio, aprovechando que tenía un hermano camionero, empezó a contrabandear café, fruta y otras mercancías por la frontera franco-española. “Ahí aprendí que tú puedes ganar 99 veces, pero que, si pierdes una sola, ya te puedes dar por jodido. O sea, que el revolucionario no puede fallar nunca y que no te puedes dejar coger”, afirma. Entonces robaba para sobrevivir. Y siguió haciéndolo en la mili. Los militares descubrieron el saqueo, y eso forzó al soldado a desertar y escapar a Francia en 1954.
Comenzó a relacionarse con las Juventudes Libertarias dela Fédération Anarchiste, en principio para aprender el francés, pero más tarde por convicción. Sus compañeros le preguntaron un día: “¿Tú qué eres?”. Y él contestó: “Yo soy comunista”. Y ellos replicaron: “¿Tú comunista? ¿Qué coño vas a ser comunista? ¡Tú eres anarquista!”. Fue la primera vez que escuchó esa palabra y desde entonces le acompaña.
“Al poco de vivir en París, el anarquista Germinal García me pidió que escondiera a tres revolucionarios españoles. Uno de ellos resultó ser el mítico Quico Sabaté. ¡Cuando me enteré de quién era!, era conocidísimo entre nosotros”. Ese encuentro le marcó. Cuando Sabaté abandonó su casa le dejó como regalo una metralleta Thompson. Tras la muerte de Sabaté en España, Lucio iniciaría una serie de  robos y atracos por Europa junto con otros revolucionarios, así como algunas incursiones en España.
Las expropiaciones (término con el que denominaban a los atracos a bancos) eran muy fáciles en aquella época. Iban a cara descubierta. No había ni cámaras de grabación, ni puertas blindadas, ni nada. Los empleados se morían de miedo y les daban todo en cuanto veían las armas. Pero a Lucio no le iba a aquello, tenía miedo de hacer daño a los trabajadores. “Poner una metralleta a un empleado de un banco no es ningún heroísmo. Cuando descubrí que a través de las falsificaciones podíamos hacer otras cosas, yo respiré”.
Su oficio de albañil le daba una cobertura perfecta. Al alba se iba a trabajar y por las tardes se dedicaba a sus quehaceres revolucionarios. Entre ellos estaba la organización de las falsificaciones de documentos de identidad. Esta actividad clandestina ocupó todo su tiempo revolucionario, relegando definitivamente los atracos.
Fueron poco a poco. A través de dos hospitales conseguían las documentaciones de la gente que moría y cambiaban la foto y el nombre. Un día ayudó a unos amigos que tenían una imprenta que había sido atacada por un grupo fascista y fue a construirles una puerta. Lucio les pidió que le hicieran documentos falsos, y le pusieron en contacto con  un taller donde hacer el fotograbado, la separación de colores, etcétera. Allí empezó la falsificación con una calidad excelente y de gran precisión.
No había exiliado que no tuviera documentos facilitados por él. “Yo no sé nada de imprenta. Mi mérito es que logré que trabajadores que sí sabían de eso hicieran carnés de identidad, pasaportes y cualquier documento. Los hacían idénticos y con los colores perfectos. Siendo un pelagatos, convencí incluso a empresarios para que arriesgaran su vida y su fortuna”, “Yo sólo me ocupaba de dejar todo limpio en la imprenta. Rompía las pruebas, limpiaba los rodillos, los cauchos. Eso era muy importante, ¿eh? Una vez estaba quemando papeles en la chimenea y se quemó el hollín. Alguien llamó a los bomberos y llegó la policía cuando estaba en plena faena. ¡Menos mal que me dio tiempo a esconder los papeles chamuscados!”
En la década de 1960, conjuntamente con otros exiliados, inició sus actividades de falsificación de moneda con la que financiaban a numerosos grupos por todo el mundo, incluida una incipiente organización terrorista vasca conocida como ETA, a la vez que procuraban desestabilizar las economías capitalistas.


Una de las propuestas más atrevidas fue la de falsificar dólares americanos. A través de la embajadora de Cuba en Francia la noticia de este proyecto llegó a altas instancias, y en 1962 se propició un inverosímil encuentro entre Ernesto Che Guevara y Lucio. Pero el plan fue finalmente rechazado por los revolucionarios cubanos.
El golpe más importante de cuantos realizó fue la falsificación de cheques de viaje del banco estadounidense First National City Bank (actual Citibank) en la segunda mitad de la década de los 70. Realizó 8.000 hojas de 25 cheques de 100 dólares cada uno, un total de veinte millones de dólares, lo que estuvo a punto de hacer quebrar al banco, que sufrió una importante caída en su cotización en bolsa. Este dinero fue utilizado para financiar distintos movimientos guerrilleros en Latinoamérica (tupamaros, montoneros, etc.) y Europa. “Falsificar el dólar era más fácil que otros trabajos que habíamos hecho ya, pero descubrimos por los abogados, que si nos cogían los condenarían a 20 años.


 Entonces descubrimos el traveler check del First National City Bank”. “Compré en Bruselas 30.000 francos en travelers cheques con documentación falsa. Después compré el papel para las falsificaciones. Costó imitarlos. ¡Es muy difícil llegar a la perfección! Yo daba el visto bueno, pero no fabricaba los cheques porque no sé nada de impresión”.
La central del Citibank estaba desbordada con los travelers checks falsos que aparecían por medio mundo. “Éramos un montón de equipos dedicados a colocar los travelers cheques. Primero entraba yo, y si todo salía bien decía a los demás: -La sala de baño está perfecta-. Era la clave. Ahí empezaba la cadena. Los de los bancos, antes de pagar, miraban en una lista para ver si la numeración figuraba entre los robados o extraviados. Al ver que no, pagaban sin problemas. ¡Ja, ja, ja! No podían estar en la lista porque llevaban la numeración de los que compré en Bruselas”.
Las policías de medio mundo estaban tras la misteriosa falsificación de los traveler check del Citibank. Un día un ex cocinero de la cárcel de Segovia le confía a Lucio que tenía la posibilidad de vender todos los travelers cheques al 30% de su valor. ¡Menudo pelotazo! Pero después de una serie de citas con un norteamericano que estaba interesado en el negocio, Lucio cayó en la trampa. Fue en junio de 1980 en el famoso café Les Deux Magots. Dio con sus huesos en la cárcel. “Es una falsificación de excelente calidad y por ello muy peligrosa”, admitía un informe policial. Lo malo, para la policía francesa, y sobre todo para el Citibank, es que no encuentran las planchas de impresión y que Lucio no soltaba ni prenda. A pesar de la detención los traveler check falsos seguían apareciendo. El banco corría el riesgo de sufrir un descalabro descomunal.


‘Salvar a Lucio’ fue durante mucho tiempo la consigna de muchos magistrados y abogados de izquierda en Francia que veían en Urtubia -cuyo lema era ‘robar a los ricos para dárselo a los pobres’- a un Robin Hood contemporáneo residente en su país.
El juez que instruía la causa de los traveler check se quedó impresionado con la historia de Lucio y su magnética personalidad. Además, resultaba increíble los hechos que se le atribuían y la cantidad de amigos influyentes que tenía ese simple albañil. Entre ellos Roland Dumas, el que fuera ministro de relaciones exteriores francés, que defendió a Lucio e intercedió por él. Así lo recordaba el mismo Lucio: “una de las veces que mi mujer fue detenida, su patrón nos mandó como abogado a Roland Dumas y desde entonces somos amigos” . Tiempo después, de la mano de Dumas -por entonces asesor de Mitterrand- entró en el Elíseo y participó en las negociaciones para la devolución del Guernica a España.
Finalmente, Lucio Urtubia fue procesado y encontrado culpable de un delito de falsificación, por el que fue condenado a seis meses de cárcel. Para su defensa contó con la ayuda de un buen número de abogados progresistas de Francia y la pena se fijó tras llegar a un acuerdo extrajudicial con el banco, que aceptó retirar gran parte de los cargos a cambio de las planchas de grabación y, lo que es más increíble, de obtener entre 50 y 60 millones de francos por las dichosas planchas. Cuando Lucio solicitó esto a los representantes del Citibank no daban crédito, ¡joder con el albañil!. Finalmente lo consiguió, pero todo se repartió entre los compañeros, Urtubia no se quedó nada.
A lo largo de su vida participó en un gran número de actos contra el sistema capitalista que supusieron que se dictaran en su contra cinco órdenes internacionales de búsqueda, incluida una de la CIA. Destacan la participación en el intento de secuestro del nazi Klaus Barbie en Bolivia, la colaboración en la fuga del líder de los Panteras Negras, la intercesión en el secuestro de Javier Rupérez, un asunto del que prefiere no hablar ‘porque los secuestros no prescriben’,  o su colaboración en la fuga de prisión de Albert Boadella, que se encontraba en espera de un juicio por un delito de injurias al Ejército.
Albert Boadella, a quien Urtubia durante el franquismo le falsificó sus documentos de identidad, no escatima elogios hacia él: “Lucio Urtubia, un quijote que no luchó contra los molinos de viento, sino contra gigantes de verdad”.
La prensa francesa y la americana le han apodado de diversas maneras, “el Quijote anarquista”, “El zorro vasco”, “El bandido bueno”. Dejando al margen las consideraciones políticas, lo que está claro es que el albañil navarro Lucio Urtubia logró proezas luchando por un ideal que consideraba justo. Siempre de frente.  Un periodista francés escribía en Le Figaro “Lucio no se ha llevado un solo franco a su bolsillo. Lo ha invertido todo en las causas que él consideraba justas. La magnitud de las acciones de este hombre provoca sentimientos encontrados en la policía que le detuvo y también en los Jueces que le han procesado.
Actualmente desarrolla una intensa actividad política en el barrio parisino de Belleville, donde vive. Allí conoce a todo el mundo y todo el mundo le conoce a él.
Dejo el enlace al fantástico documental LUCIO, de Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga. Año 2007.
otros enlaces y referencias:
libros:
Lucio Urtubia el anarquista irreductible, del periodista francés Bernard Thomas.ISBN8466602674
La revolución por el tejado. Autobiografía de Lucio Urtubia. ISBN 9788481365320

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