jueves, 30 de abril de 2015

Historia del 1º de Mayo: Los Mártires de Chicago


Foto: Los Mártires de Chicago – (De izquierda a derecha) George Engel, Samuel Fielden, Adolph Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons, Oscar Neebey August Spies.

Hace 129 años se consumaba un crimen judicial se condenaba a la horca a varios dirigentes anarquistas por sus ideas políticas
El fraudulento proceso judicial llevado a cabo en Chicago tendía a escarmentar al movimiento obrero norteamericano y desalentar el creciente movimiento de masas que pugnaba por la reivindicación de la jornada de ocho horas de trabajo.
Aquellos trágicos hechos ocurridos en Chicago en 1886 -la huelga del 1º de Mayo, la protesta sindicalista y el proceso judicial a los dirigentes y militantes anarquistas- serían tenidos muy en cuenta, años después, por el movimiento obrero internacional que, justamente, adoptó como el Día de los Trabajadores, el 1º de Mayo.
Pero el escarmiento no sólo abarcaba al sindicalismo. Debe tenerse en cuenta que de los ocho dirigentes anarquistas, sólo dos eran norteamericanos y el resto se trataba de inmigrantes extranjeros.

Sus nombres fueron: Michael Schwab, Louis Lingg, Adolph Fischer, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Hessois Auguste Spies, Oscar Neebe y George Engel.
En Boston y en algunas otras ciudades norteamericanas de la época había una fuerte corriente contra los trabajadores extranjeros que reclamaban por sus derechos laborales y sociales junto a sus hermanos norteamericanos.
La guerra de Secesión había interrumpido el crecimiento de las organizaciones sindicales, cuyo punto de partida data de 1829, con un movimiento que solicitó la implantación de la jornada de ocho horas de trabajo, en el estado de Nueva York.
Pero a partir de los años ochenta, se fue acrecentando la actividad gremial en la cual socialistas, anarquistas y sindicalistas, cumplieron un rol destacado en cuanto a su labor propagandística y política.
Mauricio Dommanget en su ‘Historia del Primero de Mayo’, al referirse a los trabajadores de Chicago, afirma: ‘Muchos trabajaban aún catorce o diez y seis horas diarias, partían al trabajo a las 4 de la mañana y regresaba a las 7 u 8 de la noche, o incluso más tarde, de manera que jamás veían a sus mujeres y sus hijos a la luz del día. Unos se acostaban en corredores y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban tres y cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento, se les veía juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios, o comprar al carnicero algunos céntimos de recortes’.
La central obrera norteamericana de entonces, la Federación de Gremios y Uniones Organizados de Estados Unidos y Canadá, años después transformada en la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL), había proclamado en su cuarto congreso de 1884, que la duración legal de la jornada de trabajo, a partir del 1º de Mayo de 1886, sería de ocho horas de duración. Ese 1º de Mayo se había constituido en una fecha clave tanto para los trabajadores como para los capitanes de la industria.
La huelga del 1º de mayo de 1886
La prensa norteamericana, principalmente el ‘Chicago Mail’, el ‘New York Times’, el ‘Philadelphia Telegram’ y el ‘Indianapolis Journal’ habían advertido por esos días el ‘peligro’ de la implantación de la jornada de 8 horas ‘sugerida -decía el ‘Chicago Mail’- por los más locos socialistas o anarquistas’.
La huelga del 1º de Mayo de 1886 fue masiva en todos los Estados Unidos. Algunos sectores industriales admitieron la jornada de ocho horas, pero la mayoría fue intransigente a aceptar ese reclamo. En Milwaukee la represión policial produjo nueve muertos obreros y hubo enfrentamientos violentos en Filadelfia, Louisville, St. Louis, Baltimore y principalmente en Chicago.
En esta última ciudad actuaban, además de las fuerzas policiales y antimotines, una suerte de policía privada al servicio de los industriales y empresarios: la compañía Pinkerton.
En tanto el 1º de mayo había transcurrido sin ninguna violencia, fue dos días después, cuando los sindicatos de la madera convocaron a una reunión, que los ‘rompehuelgas’ de la Pinkerton atacaron a los trabajadores. Intervino la policía y el fuego de las armas produjo seis muertos y medio centenar de heridos, todos entre los trabajadores.
Así fue que los anarquistas llamaron, para el 4 de mayo, a una concentración en el Haymarket Square, acto público que contaba con autorización de las autoridades. Al finalizar la reunión y cuando se desconcentraban los trabajadores, el capitán Ward avanzó sobre los grupos obreros en actitud amenazante.
Alguien lanzó entonces una bomba contra efectivos policiales y abatió a uno de los policías, hiriendo a otros varios. Entonces, las fuerzas policiales abrieron nutrido fuego contra los trabajadores matando a varios y causando 200 heridos.
Ese hecho de violencia permitió a las autoridades judiciales, instigadas por varios políticos y diarios -principalmente el ‘Chicago Herald’ -a detener y procesar a la plana mayor del movimiento sindical anarquista.
Así fueron arrestados el inglés Fielden, los alemanes Spies, Schwab, Engel, Fischer y Lingg y los norteamericanos Neebe y Parsons.
Comenzaba el Proceso de Chicago, una burla a la justicia y un verdadero fraude procesal como demostró pocos años después el gobernador del estado de Illinois, John Peter Atlgeld.
‘Razón de Estado’
Es evidente que el Proceso de Chicago contra los ocho sindicalistas anarquistas produjo una sentencia dónde primó el principio de la ‘razón de Estado’ y que no se buscaron pruebas legales ni se tuvo en cuenta la normativa jurídica de la época. Se quiso juzgar a las ideas anarquistas en la cabeza de sus dirigentes, y en ellos escarmentar al movimiento sindical norteamericano en su conjunto.
Para ello fueron amañados testigos, se dejaron de lado las normas procesales, y los miembros del jurado -como se demostró pocos años después- fueron seleccionados fraudulentamente. Entre otras anomalías procesales, la primera fue que se los juzgó colectivamente, y no en forma individual, como disponía la legislación penal. Se trataba de un juicio político, y la causa no era la violencia desatada el 4 de mayo de 1886, sino las ideas anarquistas, por un lado, y la necesidad de impedir el avance de la organización gremial que había paralizado a los Estados Unidos el 1º de mayo del mismo año, por el reclamo de la jornada laboral de ocho horas.
El gobernador Altgeld, años después, explicaría al pueblo norteamericano que el juez interviniente en el Proceso de Chicago actuó ‘con maligna ferocidad y forzó a los ocho hombres a aceptar un proceso en común; cada vez que iban a ser sometidos a un interrogatorio los testigos suministrados por el Estado, el juez Gary obligó a la defensa a limitarse a los puntos específicamente mencionados por la fiscalía pública’ en tanto que ‘en el interrogatorio de los testigos de los acusados, permitió que el fiscal se perdiera en toda clase de vericuetos políticos y leguleyerías extrañas al asunto motivo del proceso’.
‘Ahorcadles y salvareis a nuestra sociedad’
El fiscal Grinnel, en su alegato, proclamó: ‘Señores del jurado: ¿declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad!’.
El 28 de agosto de 1886 el jurado, especialmente elegido para aniquilar a los acusados, dictó su veredicto especificando que siete de los imputados -Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel- debían ser ahorcados, y el octavo, Neebe, condenado a 15 años de prisión.
Antes que el crimen judicial se consumara, se cometió otro previo, el misterioso suicidio de uno de los condenados: Louis Lingg, quien con la colilla de un cigarrillo habría prendido la mecha de un cartucho de dinamita. En realidad, como afirman los historiadores actuales, se trató de representar ante el gran público otra demostración de que los anarquistas morían en su propia ley, las ‘bombas’. Hoy se coincide en que Lingg fue asesinado.
Spies, Fischer, Engel y Parsons subieron al patíbulo el 11 de noviembre, y fueron ahorcados ante el periodismo, las autoridades judiciales, la policía y el público allí reunido.
El escándalo fue tan grande que a Fielden y Schwab se les conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. La movilización de las fuerzas sindicalistas y la actuación de políticos como John Peter Atlgeld, hizo que el 26 de julio de 1893 se les otorgar el ‘perdón absoluto’ a Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab.
De todas maneras, estos tres anarquistas tuvieron mucha más suerte que otros dos ajusticiados cuarenta años después: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, en otro proceso igualmente fraudulento. Pero la reivindicación de los mártires de Chicago fue realizada pocos años después de la muerte de cuatro de ellos y de la liberación de los tres restantes.

Video de Los Mártires de Chicago

Los pueblos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”.

martes, 28 de abril de 2015

La disidencia como herramienta revolucionaria



La disidencia en la sociedad moderna civilizada, que ha sido confeccionada a imagen y semejanza del modelo económico capitalista, tiene amplias vertientes; cuando hablamos de disidencia, estamos refiriéndonos a romper con la paz social burguesa, impuesta por las fuerzas coercitivas que se benefician del carácter burgués de la sociedad, es por eso que en las sociedadesdemocráticas liberales, hay una amplia masa que son objeto de encarcelaciones “democráticas”, debido a que éstos no sirven directamente al estado-capital y a la democracia, es decir, al Poder. Nos encontramos con un mundo de celdas y jaulas, donde todo lo que nos rodea son masas gigantes de hormigón catalogadas de diferente formas pero con un trasfondo común; la esquematización de un individuo sirviéndose de la “normalidad” de la sociedad, como objetivo a alcanzar la productividad económica al servicio del estado-capital. En la actualidad nos encontramos con diferentes formas de confección-control social, por un lado el Estado haciendo gala de su etiqueta “democrática y social” construye centros de enseñanza de inversión en el producto humano, nos encontramos entonces con una guía o modelo de educación en el que tus aptitudes se ven limitadas a la capacidad que tengas de seguir la premisa aceptación-sumisión que te imponen desde las esferas del Poder. Centros de enseñanza donde confeccionan productos humanos adultos, aptos a través de la aceptación-sumisión, de servir existencialmente al estado-capital. No obstante, siempre hay productos humanos defectuosos, errores del engranaje de confección-control estatal, niñas que no se prestan a este respectiva premisa de aceptación-sumisión, viven alegremente sus días, ignorando el desarrollo estadístico común que deben seguir. Serán tachadas de “retrasadas”, “vagas” o con “déficit de atención”, serán llevadas en el mejor de los casos a psicólogos que de la mano del Poder, hará un diagnóstico que acabará por llevarles a “centros de salud mental” donde perecerán por no seguir la esquematización estadística común. Por otro lado, nos encontramos con los centros de exterminio, las cárceles, donde todo aquello que perjudique al engranaje estatal social y político es encerrado; en un mundo donde la democracia se extiende a la par que el modelo económico que ésta legitima, no puede existir pobreza engendrada por la servidumbre de la que somos objeto, no pueden existir barrios “marginales-criminales” donde la legalidad burguesa, como su respectivo orden no sea respetado y sea continuamente violado; no pueden existir, en ningún caso, ideas políticas y sociales que no se muevan en las limitaciones del Poder, todo esto, debe ser objeto de persecución y de su posterior eliminación, porque la masa gregaria común, idiotizada por los placebos del consumismo no debe percatarse que si se trata la raíz del problema, la sociedad actual no puede ser reformada sino derrocada en su totalidad.

Es por esto que, antes que nada no hacemos un llamamiento a la disidencia sin causa u objeto, hacemos un llamamiento a la disidencia como herramienta social y política revolucionaria, es necesario romper con la legalidad burguesa y quien la sustenta, la democracia y el poder, porque son estas el obstáculo a saltar para alcanzar la verdadera libertad.
Somos disidentes, marginales, locas, retrasadas, tontas, vagas, pero ante todo somos la peor pesadilla del orden social, por eso nos buscan exterminar. 

http://exnihilodistribuidora.blogspot.com.es/2015/01/la-disidencia-como-herramienta.html



domingo, 19 de abril de 2015

Acto Homenaje Grupo Guerrillero Los Jubiles Sábado, 18 de abril 2015 En el Cortijo Mojapiés


                                            


                                             
Un poco de historia:
El grupo guerrillero anarquista de “Los Jubiles” estaba formado por jornaleros de Bujalance y Montoro cuyo delito fue vivir en la miseria y la exclusión, forjarse una conciencia social, cargarse de dignidad… y perder el respeto al “señorito” luchando por la tierra y la libertad.
Algo imperdonable para los poderosos que han sido, son y serán.Estos jóvenes jornaleros cogieron las riendas de su destino y se lanzaron, a pecho descubierto, a protagonizar la revolución social de mayor calado que ha existido en Europa, a luchar sin armas contra un ejército profesional apoyado por los más potentes del fascismo europeo, y a resistir en Sierra Morena la brutal y criminal dictadura franquista.
Los hermanos Rodríguez Muñoz: (Juan, Francisco, Sebastián: Los Jubiles) junto a otros jóvenes libertarios consiguieron resistir en el monte de esta manera (después de la guerra social de 1936 a 1939) gracias al apoyo de campesinos, enlaces y familiares, hasta que son asesinados por la Guardia Civil el 6 de enero de 1944 en el cortijo de Mojapies (hoy en ruínas), lugar donde el día 18 de Abril les dedicaremos un sentido homenaje, entre jaras, encinas y olivares renacidos.

 


 

Más información:
Grupo guerrillero “Los Jubiles” (Cortijo de Mojapiés, Montoro (Córdoba) 06-01-1944)

jueves, 16 de abril de 2015

El hombre que mató a Laureano Cerrada



El 18 de octubre de 1976 Laureano Cerrada Santos, uno de los personajes más apasionantes del exilio antifranquista, caía acribillado a balazos en el boulevard Bellvile de París. Su cuerpo quedó tendido justo en frente de la cafetería donde había concertado la que sería, a la postre, su última cita. Todavía hoy, pasados más de 30 años del asesinato de Laureano Cerrada, existen numerosos interrogantes sobre la muerte de este recalcitrante conspirador capaz de llevar a la práctica empresas tan insólitas como el atentado aéreo contra Franco.  ¿Quién mató a Laureano Cerrada? Un artículo de investigación de nuestro corresponsal Modesto Agustí.
A pesar del silencio que durante años ha acompañado al nombre de Laureano Cerrada, su imagen, lejos de sepultarse en el ostracismo que algunos de sus contemporáneos pretendieron relegarle, no deja de resultar fascinante para quien conoce su historia.
Sorprende el hecho de que en una época en la que existen miles de libros relacionados con el movimiento anarquista en España, apenas haya un par de publicaciones que tocan de pasada la vida de Laureano Cerrada. Si bien es cierto que esta carencia se verá tarde o temprano subsanada gracias al trabajo tenaz de un investigador honesto que lleva años detrás de la historia del hombre que trató de provocar la bancarrota del régimen franquista. Trabajos como el citado, ayudarán, sin duda, a arrojar luz sobre los enigmas que todavía existen en su biografía. Mientras tanto, y coincidiendo con la fecha del  aniversario de su asesinato, vamos a tratar de recopilar las diferentes versiones que existen sobre su muerte.
¿Pero quién fue este hombre capaz de poner en jaque al régimen franquista?
En el anterior artículo El atentado aéreo contra el general Franco me permití deslizar alguno de los detalles más reseñables de la vida de Laureano Cerrada.
Nuestro hombre nació en Miedes de Atienza, un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara, a principios del siglo XX. Escapando de la miseria y del despotismo de los caciques del pueblo emigró joven a Barcelona, donde residirá hasta el final de la Guerra Civil.
Aunque no existe documentación al respecto, parece ser que algunos testimonios apuntan que durante los difíciles años 20 del siglo pasado, Cerrada se curtió en las furibundas luchas entre las bandas de pistoleros de la patronal (el denominado Sindicato Libre)  y los grupos anarquistas. Trabajó como peón de vías durante la II República y desempeño un papel importante en el comité revolucionario de la CNT, la UGT  el POUM que gestionaba los ferrocarriles en Barcelona.
Desde que fuera detenido por los nazis durante el transcurso de la ocupación alemana de una parte de Francia, la falsificación se convertirá en una de sus principales actividades. Y no en balde, pues logró escapar del campo de trabajo donde había sido recluido  mediante la falsificación de un documento de laKomandatur donde se decretaba su propia libertad.  Gracias a su intensa actividad como falsificador logrará tejer una importante red ilegal de pasaportes y documentos falsos que facilitará la huida a los perseguidos por la GESTAPO. Cerrada contaba también con un arsenal de recursos entre los que se encontraban varios hoteles, imprentas, pisos francos, depósitos de armas para el maquis en España, una lancha motora y hasta una pequeña avioneta con la que pretendió asesinar a Franco en septiembre de 1948.
La falsificación de moneda será otra de sus principales actividades, Laureano Cerrada proyectó inundar la economía española con los billetes falsos que su equipo emitía.
Pero, ¿de dónde provenían las pesetas falsas que manejaba  Laureano Cerrada? 
Después de la caída de la Italia fascista Cerrada se desplazara hasta Milán, se resiste a ver el espectáculo que sin duda representa el cadáver  colgado de Mussolini junto al de su amante, pero su intención es otra. Gracias a sus contactos logrará hacerse con las planchas de impresión de los billetes españoles que por cuestiones estratégicas el régimen franquista imprimía desde Italia.
Desde los resortes donde se domina la gestión de la CNT y de la FAI en el exilio se exige continuamente a Cerrada que entre las planchas a la organización. Cerrada nunca lo hará, en sus manos pueden convertirse en un instrumento revolucionario que desestabilizaría al régimen, y desconfía de los burócratas que copan los comités.

“El dinero no sirve de nada si no es para hacer la revolución. Vosotros solo queréis destruirlo, porque os da miedo”
Muchos de estos “santones”, como el propio Germinal Esgleas y Federica Monteseny, le deben sus cargos ya que fue el mismo quien los aupó en el seno de la organización justo después de la ocupación alemana.
El asunto de la devolución de las planchas será una de los elementos del constante enfrentamiento entre Cerrada y un sector de la CNT y de la FAI. El affaire solo se solucionará cuando en una disputa por la posesión de las mismas se adopte la solución salomónica de destruirlas, como relata Jose Peirats  en De mi paso por la vida, donde se concentran parte de sus memorias.
En su estrategia contra el régimen Cerrada no era partidario ni de atracos o secuestros, que según su teoría desgastaban las fuerzas de los resistentes. Centraba toda su atención en la falsificación de documentos: pasaportes, fondos del tesoro francés y papel moneda. Llegó a Falsificar también billetes de la lotería nacional y en una ocasión, por pura diversión, llegó a duplicar todo el billetaje de la plaza de toros de Nimes con ocasión de una importante corrida y se sentó con unos amigos en una terraza en frente del foso taurina para disfrutar del inmenso caos que se formó a la hora de empezar la corrida.
Pero estaba claro que  su método y su red ilegal no eran bien vistos en el seno del Movimiento Libertario en el exilio. Los históricos de la CNT y la FAI reprochaban a Cerrada que sus actividades, además de llenar de oprobio la imagen de la organización, podrían suponer su ilegalización por parte de las autoridades francesas.
Su buena estrella se apago en 1950 cuando fue detenido en posesión de moneda falsa. Poco después de su encarcelamiento la policía francesa inicia una redada de dimensiones colosales tras un atracó perpetrado en Lyón en el que tras un tiroteo son abatidos dos policías. Inmediatamente después se realizarán innumerables detenciones entre las que se encuentran, entre otros, Jose Peirats, secretario general de la CNT, e incluso el mítico guerrillero Quico Sabaté, que será brutalmente torturado. En los arrestos y registros los servicios secretos franceses se encontrarán con más de una sorpresa.
Febrero de 1951 marca la debacle del “imperio de Cerrada” pues la policía destapa todas sus empresas. La sorpresa mayúscula se la llevarán cuando en una de sus pesquisas descubren, abandonada en el aeródromo de Guyancourt, la avioneta con la que se había llevado a cabo  años atrás el atentado fallido contra Franco.
La situación penal de Laureano Cerrada se agrava y el nuevo escándalo que le salpica es aireado a todo trapo por la prensa francesa. Paralelamente es expulsado del Movimiento Libertario por “unanimidad y de forma irrevocable” por sus métodos inadmisibles.
Tras pasar varios años en la prisión de Evreux Cerrada logrará rehacer su imperio, aunque sus dimensiones serán ostensiblemente más reducidas. A pesar de que esta oficialmente fuera de la CNT nunca dejará de colaborar con grupos autónomos de libertarios que hostigan al franquismo, e incluso, colaborará de forma secreta con Defensa Interior, el organismo conspirativo que desde principios de la década de los sesenta realiza acciones contra el régimen y elabora varios atentados fallidos contra Franco.
Fuera de la cárcel extenderá su red de contactos a determinados medios del milieu (la mafia francesa), y aquí es donde algunos testimonios sitúan la clave de su muerte.
En su biografía se acumulan dos detenciones más, siempre bajo la misma acusación de falsificación. En 1957 es detenido en posesión de  unos dudosos marcos alemanes, y posteriormente es nuevamente arrestado a la edad de sesenta y ocho años, al destaparse una red que se dedicaba a falsificar documentos de identidad franceses y permisos de conducir.
“Después de nueve años los investigadores han tratado de identificar a Cerrada. Sin embargo ninguna de las personas en posesión de los documentos falsos parece conocer al impresor” publicada el diario “Le Monde” el 2 de junio de 1970.
En agosto de 1974 recuperará la libertad, el falsificador incansable desconoce que dos años después la muerte acudirá a visitarlo en una cafetería de París.
El rompecabezas de la muerte de Laureano Cerrada
¿Quién tendría necesidad de asesinar a un apacible anciano de 73 años?. Un pensamiento similar pudo pasarse por la cabeza de aquellos que presenciaron como aquella fría mañana de octubre un cuerpo inerte quedaba tendido sobre la acera. Momentos antes el viejo falsificador había mantenido una conversación con su asesino en el interior de la parisina cafetería Europa.
-¿Aquí o afuera?
-Fuera…aquí hay amigos a los que no quiero meter en un lío.
Después el sonido inconfundible de las armas de fuego. Un disparo, quizás dos, puede que a quemaropa, y la sangre roja que empapa  los cadáveres a los que el último suspiro de vida se  escapa por  la comisura de los labios.
¿Por qué el asesino de Cerrada eligió un lugar tan concurrido para dispararle? ¿Por qué pareció no importarle que le reconocieran?
Cuando era apenas un adolescente cayó en mis manos el libro Lucio, el anarquista irreductible, entre las aventuras que nos narra su protagonista, Lucio Urtubia,  se encuentran los hechos que rodearon el asesinato del que parece que pudo ser su mentor en el arte de la falsificación. Con un escueto “se dejó hipotecar” Lucio ventila el asunto. Pero ¿por quién o quienes según el anarquista de Cascante se dejo hipotecar Cerrada? Demasiados interrogantes sobre el cadáver todavía caliente del viejo Cerrada.
La muerte de Laureano Cerrada coincide cronológicamente con la parte final del  trabajo de investigación del periodista Eliseo Bayo en la“Gaceta Ilustrada” . Es en esta publicación donde aparecerán  los trabajos periodísticos que después serán recopilados en el libro Los atentados contra Franco. Parece ser que Eliseo Bayo había convencido a Laureano para que redactara sus memorias, el “universo Cerrada” daba mucho más que para unos pocos artículos periodísticos.  Habían pasado tres días juntos y, a pesar de que según cuenta Luis Andrés Edo su primer encuentro no estuvo exento de roces, congeniaron muy bien. El periodista y el veterano libertario se citaron para seis semanas después.  Mientras Bayo se tomaría quince días para plasmar en un libro toda la historia vivencial y militante que atesoraba Cerrada.
En este sentido Edo afirma que “es en esta iniciativa donde se sitúa el error que condujo a Cerrada a la muerte, y que solo él  (Cerrada)hubiera podido prever”
Durante algunos días el mismo Cerrada registró su voz en un magnetófono pero desistió a la espera de que Eliseo Bayo  llegará a Paris.  La muerte violenta de Cerrada impidió que el proyecto se materializase.
El propio Eliseo Bayo realizó una investigación in situ y sus resultados fueron divulgados por la “Gaceta Ilustrada” llegando incluso a revelar el nombre del supuesto asesino: Ramón Benichó Canuda, alias Ramón Leriles. Sin embargo, la policía no llego a la misma conclusión pues, después de interrogar al Leriles, lo puso en libertad, huyendo posteriormente a Canadá.
Ramón Benichó, español de 52 años, había pertenecido tiempo atrás a la CNT,  tras pasar por la cárcel se había integrado de pleno en la mafia francesa. Existen testimonios que apuntan que  además de Leriles(chivato), a Benichó se le atribuye también el apodo de “El Caid del Pigale”.  Bayo relata que su enfrentamiento con Cerrada pueda remontarse a la primera detención de este en 1950 por una posible delación. ¿Tuvo algo que ver el tal Leriles?
Un día antes de que el Leriles disparase a quemarropa al viejo falsificador, la Gaceta Ilustrada había publicado el artículo referido al atentado fallido contra Franco en la Bahía de la Concha de San Sebastián. ¿Es simplemente una casualidad o al muerte de Cerrada guarda relación con la divulgación de este hecho en la prensa española?
En Los atentados contra Franco Eliseo Bayo desarrolla varías hipótesis sobre el asesinato de Cerrada. Mientras Bayo llegaba a Paris para ponerse a trabajar en el proyecto de las  memorias de Cerrada, este por su parte encargó al joven abogado de París, Nicolas Reveillard, el rescate de un dossier de más de mil quinientos folios que debería ser sustraído del Palacio de Justicia. Una práctica que algunos secretarios judiciales aceptaban previo pago de una nada desdeñosa minuta. Laureano pagó tres mil francos y espero sin inquietarse.
Según el relato de Bayo en dicho dossier se encontraba la prueba de la posible delación que, según la hipótesis del periodista, contenía la prueba de que el atentado contra Franco había fracasado por una delación. Bayo apunta como principal sospechoso de la delación a Primitivo Pérez, piloto de la avioneta. Por su parte Antonio Téllez en  Historia de una atentado aéreo contra Franco,  refuta con diversas pruebas esta hipótesis, señalando que el atentado fracasó porque la avioneta Norecrin fue descubierta por la aviación española.
¿Qué contenía ese misterioso dossier?
En la novela Laureano Cerrada, el empresario anarquista, Cesar Galiano, retomando la hipótesis de Bayo, señala que quizás en ese abundante dossier se albergarse el nombre de otros posibles delatores. Siguiendo esta versión, Ramón Benichó actua para que ese dossier jamás llegase a las manos de Cerrada.
Pero hay un hecho que no cuadra en esta historia, Cerrada sabía de sobra que Nicolas Reveillard era intimo amigo del Leriles. Ponerse directamente en contacto con este letrado supondría un riesgo incalculable. ¿Buscaba Cerrada inmolarse? ¿Búscaba una muerte teatral digna de su envergadura?. Personalmente no lo creo, y este es el principal punto oscuro que rodea su muerte.
Aquella maña del 18 de octubre de 1976 Cerrada telefoneó al joven abogado parisino desde la cafetería Europa. Poco después por la puerta  hacía aparición Ramón Benichó, alias Leriles, quien saludo de forma ostensible a los parroquianos del local. No existe una explicación convincente sobre este hecho: ¿qué hizo que el asesino acudiese a cara descubierta a la escena del crimen?
Paralelamente Bayo desliza la hipótesis de la participación de los servicios secretos en la muerte de Cerrada. Según esta versión, los servicios policiales habrían hecho pasar por un ajuste de cuentas entre mafiosos, lo que en realidad suponía la liquidación de una importante fuente de documentación. De esta manera se evitan las hipotéticas especulaciones políticas sobre la muerte de Cerrada.
Ahondando en esta misma línea se sitúa el testimonio que Stuart Christie recoge en su libro de memorias Franco me hizo terroristaEl libertario de origen escocés plantea la “versión política” en el asesinato, en tanto que sugiere que Ramón Benichó trabajase para el Grupo Paladín, una de las bandas secretas de pistoleros dirigidas por el jefe de la Brigada Político Social, Eduardo Blanco,  que había sido reclutada entre fascistas italianos y alemanes y estaba comandada por Otto Skorzeny, aliasCaracortada, un ex coronel de la SS radicado en Madrid.
Por otra parte, Luis Andrés Edo en La CNT en la encrucijada. Aventuras de un heterodoxo, aporta una nueva versión que, en lo esencial, no difiere de la de Bayo, aun cuando añade un nuevo matiz al asesinato de Cerrada.
En su libro Edo señala que el propio Cerrada le explicó que Ramón Benichó, alias Leriles, al integrarse en la mafia francesa se había especializado en la explotación de meretrices, lo que viene a llamarse un vulgar “chulo de putas” que en aquella época en Francia funcionaba como una autentica industria. Como  negocio delictivo necesitaba obvia el amparo y la protección de la policía, y es entre los “explotadores del sexo” donde esta encontraba su principal red de informadores.
Cerrada siempre se había manifestado en contra de este sector de delincuentes que de sobra había conocido en las cárceles francesas, relatando a Edo como siempre habría salido en defensa de los delincuentes más “dignos” al denunciar públicamente al núcleo de confidentes “explotadores del sexo”.
Luis Andrés Edo relata que Cerrada se habría jurado a si mismo “enderezar un tal entuerto”, que “en realidad significaba correr mayor peligro que el que corría Sancho Panza al acompañar al hidalgo de la Triste Figura”
El protagonista del sumario se habría presentado ante Cerrada para espetarle “ya se que para que quieres el sumario. He leído el reportaje de Interviú que te ha hecho un tal Eliseo Bayo. Tú quieres denunciarnos a través de la prensa española”.
Así comenzó la discusión que acabaría con los dos tiros  quemarropa y cuerpo  de Cerrada desangrándose sobre una acera de París.
Pescador de agua dulce
Laureano Cerrada llegó puntual a su cita con Caronte. Quién sabe si  el guasón de Cerrada reservó uno de los billetes de su propia fabricación para costear los servicios del barquero del reino de los muertos. Sin embargo, no pudo ajustar la cuenta pendiente que tenía con el pescador de agua dulce, el propio general Franco. Casi un año antes el caudillo también había concertado una cita, a la que su equipo médico se empecino en que llegara con retraso, con su propia Parca. Para Laureano estaba claro que, a pesar de mucho que lo hubiera intentado, el pescador de agua dulce había logrado que su “veinte de noviembre se convirtiese en su uno de abril”.
http://diariodevurgos.com/dvwps/el-hombre-que-mato-a-laureano-cerrada.php 
Laureano Cerrada, el empresario anarquista, que quiso matar al pescador de agua dulce 


sábado, 11 de abril de 2015

Louise Michel- Revolucionaria francesa.



(Castillo de Vroncourt-la-Côte, 1830 - Marsella, 1905) Revolucionaria francesa. Institutriz de profesión, participó en el levantamiento revolucionario de la Comuna de París de 1871, a causa de lo cual fue deportada a Nueva Caledonia. Allí se interesó vivamente por los nativos canacos. Amnistiada, regresó a Francia en 1880, dedicándose a propagar el ideario anarquista por todo el país y por algunas naciones europeas, mediante conferencias y escritos que suscitaban gran expectación.
Era hija natural de Etienne-Charles Demahis, propietario del castillo de Vroncourt, y de una de sus sirvientas, Marianne Michel. Se crió en el propio castillo, considerada por la esposa de Demahis, Charlotte, como su propia nieta. Recibió de ellos una educación volteriana y republicana, aficionándose pronto al piano y a la lectura (conoció personalmente a Víctor Hugo, con el que tendría gran amistad en lo sucesivo).
En 1845 murió su padre, y en 1850 debió abandonar Vroncourt, expulsada por sus hermanastros, y con la prohibición expresa de utilizar el apellido Demahis. Marchó a Chaumont para obtener un diploma de institutriz, oficio que comenzó a desempeñar en 1853, en Audeloncourt. Aunque como institutriz comunal no tenía que realizar el juramento a Napoleón III, fue denunciada varias veces por republicana.
En 1856 comenzó a trabajar como maestra en una institución parisina, asistiendo además a cursos de todo tipo organizados por sociedades republicanas. Al mismo tiempo escribía versos y artículos, que enviaba a Víctor Hugo y a periódicos como La Jeune France (La joven Francia), y participaba en reuniones de debate. Aunque no adscrita a corriente ideológica alguna, se relacionó con personas vinculadas al pensamiento revolucionario, sobre todo con Théophile Ferré y su hermana Marie, y otros como Amilcare Cipriani, Henri Rochefort y Jules Vallès. En 1865 murió la dueña de la institución en que trabajaba, Madame Vollier.
En 1870, tras la derrota de Napoleón III en Sedán ante los prusianos, y una vez proclamada la Tercera República Francesa el 4 de septiembre, grupos de revolucionarios, entre los que se encontraba Louise Michel, trataron de obtener armas en el Ayuntamiento de París para liberar Estrasburgo de las tropas prusianas; fue la primera vez que Louise Michel ingresó en prisión. Luego presidió el Club de la Justice de Paix de Montmartre, una de las demarcaciones de vigilancia creadas por el Consejo Federal de la Internacional. Obtenidas por fin las armas, se proclamó la Comuna de París en marzo de 1871 y participó en la subsiguiente lucha de barricadas, ocupándose además de una ambulancia y de cuestiones de educación.
Consiguió liberar a su madre, que había sido capturada para ser fusilada como castigo contra Michel. El 16 de diciembre de 1871 compareció en Versalles ante un consejo de guerra que la condenó a deportación perpetua. Tras permanecer más de año y medio en la prisión de Auberive (Marne), fue enviada a Noumea, en Nueva Caledonia (colonia francesa del Océano Pacífico), adonde llegó a finales de 1873, tras cuatro meses de viaje. Durante el mismo se había adscrito al anarquismo.
Una vez allí, su pasión científica le llevó a estudiar la exótica vegetación y fauna del lugar; además improvisó una escuela para los hijos de otros deportados, entre los que tuvo cierta autoridad y ascendiente. Conoció a un nativo canaco, del que aprendió la lengua y cultura, y visitó varias tribus canacas; llegó a ser muy apreciada por los nativos, a los que enseñó diversos conocimientos. Al contrario que la mayoría de los deportados, Michel se mostró partidaria de la revuelta canaca de 1878, pues la consideró una lucha de liberación; por el mismo motivo también tuvo en gran estima a los deportados argelinos.
En julio de 1880 fue amnistiada junto con otros revolucionarios; regresó a Francia, con la idea inicial de volver a crear una escuela para los canacos. El 9 de noviembre entró en París después de casi diez años de ausencia. Se dedicó entonces a pronunciar conferencias en clubes revolucionarios por todo el país, en aliento del espíritu de la Comuna, con importante asistencia de público, y estudió las teorías económicas anarquistas de Piotr Kropotkin.
En 1883, después de tomar parte en una manifestación contra el paro, fue de nuevo detenida y condenada a seis años de prisión por saqueo, aunque fue indultada en enero de 1886. Antes, el 5 de enero de 1885, había fallecido su madre, pero no le fue permitido asistir al entierro. Al poco murió también el escritor Víctor Hugo.
Retomó de nuevo su actividad propagandística, volvió cuatro meses a la cárcel a mediados de año, y en enero de 1887 fue ligeramente herida de bala, mientras hablaba en Le Havre (sufrió varios atentados durante su vida). En 1890 participó en una revuelta anarquista en Vienne y fue detenida una vez más; liberada luego, quisieron declararla loca para encerrarla en un internado.
Se refugió en Londres, como habían hecho antes otros revolucionarios, y trató de cerca a muchos de ellos: Enrico Malatesta, Léon Blum y otros. Dio también conferencias, ahora para el público inglés. Se ocupó también de recoger fondos para los proyectos y obras anarquistas, y de enseñar en una escuela a los hijos de los exiliados. En 1895 regresó a París, requerida su ayuda por Sébastien Faure para la edición del periódico Libertaire (Libertario). Hasta su muerte, publicó artículos y siguió realizando giras por distintas ciudades francesas y algunos países europeos (Holanda, Bélgica, Suiza y Escocia), luchando para evitar la disgregación del anarquismo que a principios del siglo XX estaba produciéndose.
En marzo de 1904 fue afectada por una neumonía en Toulon, de la que pudo recuperarse. Sin embargo, a principios del año siguiente, regresando de una gira por Argelia, contrajo una nueva infección en la villa alpina de Oraison y falleció tras ser llevada a Marsella. Su cuerpo fue trasladado a París para ser enterrado en el cementerio de Levallois-Perret junto a su madre y los hermanos Ferré. Millares de personas acompañaron la procesión fúnebre, y otros muchos fueron testigos de su paso; oradores anarquistas alabaron la talla moral de Louise Michel, y durante una decena de años su tumba fue escenario de homenajes en su honor.
Utilizó el pseudónimo de Clémence, y fue también conocida como Vierge Rouge('Virgen roja') y Bonne Louise ('La buena Louise'); hoy llevan su nombre instituciones educativas y culturales. Escribió varias obras de poesía, teatro, narración y opinión política y numerosos artículos periodísticos; del conjunto de su producción cabe destacar sus Memorias (1886), El nuevo mundo (1888) y La Comuna (1898).



lunes, 6 de abril de 2015

Los fusilaron al alba. 27 de septiembre 1975




Hoy hace 34 años que se perpetraron los últimos fusilamientos del franquismo: dos miembros de ETA (que entonces era otra cosa muy distinta) y tres del FRAP. Los primeros, en Burgos y Barcelona; los segundos, en Hoyo de Manzanares, donde el cometido fue llevado a cabo por tres pelotones de 10 guardias civiles o policías, todos voluntarios. El mundo se opuso, pero el viejo no hizo caso a nadie: ni a su hermano Nicolás, ni al papa Pablo VI, ni al primer ministro sueco Olof Palme, ni al presidente mexicano Echevarría, ni a personalidades de los cinco continentes.

Como las protestas fueron ecuménicas, Franco organizó una gran concentración en la plaza de Oriente y logró repetir con voz agonizante (moriría un mes más tarde) la obsesión de su dictadura: "Todas las protestas obedecen a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista". Por lo que sea, se olvidó de los judíos el pequeño general.

Recuerdo un Madrid consternado aquellos días. Hubo rabia y gritos, pero sobre todo mucha tristeza. Unos días antes, Luis Eduardo Aute compuso desde su rincón de Jorge Juan la canción Al alba, dedicada a los cinco condenados. Para burlar la censura, convirtió la protesta en un bello poema de amor que enseguida grabó Rosa León. En la actualidad, es uno de los temas infaltables en cualquiera de los conciertos de Aute. Los fusilamientos, al fin, no fueron al alba. En Hoyo, el macabro ritual comenzó a las 9.10 y se remató a las 10.05. La memoria histórica está a la vuelta de la esquina.

El Pais. Ricardo Cantalapiedra. 27.09.09

INTERVIU

La familia de uno de los fusilados pide justicia

• El 27 de septiembre de 2005 se cumplen 30 años de los últimos fusilamientos de la dictadura, el último gran acontecimiento negro del franquismo. Pasados tres decenios, la ejecución de cinco presos del FRAP y ETA sigue viva en la memoria de los familiares de los ajusticiados. 


19/09/05 Será la primera efeméride negra del franquismo este año. En Barcelona, Vigo, el País Vasco y Madrid habrá actos conmemorativos de los últimos fusilamientos del franquismo. Estarán presentes varios familiares de las víctimas, algunos de los cuales continúan reivindicando la anulación de los juicios. El 27 de septiembre de 1975 a Francisco Franco le quedaban sólo dos meses de vida, pero decidió abandonar el poder del mismo modo que había llegado a él y se echó cinco muertos más a la espalda.

En Barcelona, fue ejecutado Juan Paredes Manot, Txiqui, de 21 años, y en Burgos, Ángel Otaegui, de 33. Ambos, acusados de pertenecer a ETA. En Hoyo de Manzanares (Madrid), José Luis Sánchez Bravo, de 22 años, Ramón García Sanz, de 27, y José Humberto Baena Alonso, de 24, miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Las condenas a muerte, dictadas por tribunales militares, estaban decididas de antemano. Ni el clamor internacional pudo pararlas.

Treinta años después, Estrella Alonso Soto, madre de José Humberto Baena, con el permanente apoyo y la tenacidad de su hija Flor, continúa peleando para conseguir la revisión y anulación de aquellos juicios. Intentó primero ante los tribunales ordinarios que se la tenga por parte en la causa que se siguió contra su hijo y le dieran vista de las actuaciones. Recibió una negativa. Recurrió en amparo al Tribunal Constitucional, que se negó a admitir a trámite su demanda. Estrella Alonso tiene recurrida esa decisión ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El Constitucional decidió no admitir a trámite la demanda considerando que “la Constitución no tiene efectos retroactivos, por lo que no cabe intentar enjuiciar los actos de poder producidos antes de su entrada en vigor”. En una resolución dictada por el presidente Manuel Jiménez de Parga y los magistrados Javier Delgado y Roberto GarcíaCalvo, se explica que cae fuera de las competencias del Tribunal “contrastar con las normas, valores y principios garantizados por la Constitución actos de poder público, como la dramática ejecución de una condena a muerte, que pertenece a la Historia de España anterior a su entrada en vigor”.

Doris Benegas, abogada de la familia Baena, asegura que ha sufrido un sinfín de trabas en esta demanda: “Para recuperar la copia, incompleta, del Consejo de Guerra tuve que recorrer todos los tribunales imaginables. Los documentos están tirados por cualquier sitio y se han perdido muchos, pero todavía te impiden hacer fotocopias”. En muchos ámbitos parece no haber transcurrido tres décadas desde la muerte del dictador. En aquel trágico final de septiembre de 1975, Franco se vio más aislado del mundo que nunca. Las cinco condenas a muerte provocaron manifestaciones de rechazo por toda Europa: movilizaciones masivas en Italia, el asalto y la quema de la embajada española en Lisboa, grandes concentraciones en Estocolmo encabezadas por el primer ministro Olof Palme, y también en Oslo, con el presidente Uro Kekonen, al frente. Alemania, Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda y otros 13 países llamaron a consultas a sus embajadores en Madrid. El presidente de México, Luis Echevarría, pidió la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU para suspender a España como miembro de la organización. Pablo VI solicitó clemencia, pero Franco tampoco quiso atender la llamada de la máxima autoridad católica. Ives Montand y Costa Gavras presentaron en un hotel de la madrileña plaza de España un manifiesto contra las condenas, firmado, entre otros, por Jean Paul Sartre, Louis Aragon y André Malraux, y ambos cineastas fueron expulsados de España.

Los cadáveres de los tres miembros del FRAP fusilados fueron enterrados, la misma mañana de las ejecuciones, en Hoyo de Manzanares. Posteriormente, los restos de Sánchez Bravo serían trasladado a Murcia, y los de Ramón García Sanz, después de varios años, al cementerio civil de Madrid, donde descansan hoy. El fotógrafo Gustavo Catalán Deus aún recuerda con nitidez la tensa escena que se vivió en el cementerio, con los cuerpos de los ejecutados todavía calientes: “Las tres fosas estaban ya excavadas y apilaron los féretros sobre los montículos de tierra recién vaciada. Como las cajas quedaron inclinadas, empezó a correr la sangre por las esquinas. Había militares, policías, abogados y algún familiar. La tensión era enorme. Allí se habían congregado muchos miembros de la Brigada Político Social, desde el famoso comisario Yagüe a ‘Billy El Niño’. Se habían puesto corbatas de colores chillones para la ocasión”.

Las ejecuciones se produjeron en un marco político muy crispado, con el dictador en la inexorable pendiente final hacia el Valle de los Caídos. Sus estertores provocaban un terrible nerviosismo entre los cabecillas y la base social del régimen. Para descabezar el movimiento más radical y violento de oposición a la dictadura, los franquistas decidieron dar un escarmiento ejemplar. Entre el 28 de agosto y el 19 de septiembre se celebraron cuatro consejos de guerra sumarísimos para condenar a muerte a los supuestos responsables de otros tantos atentados contra miembros de las fuerzas de orden público. Fueron las muertes del cabo del Servicio de Información de la Guardia Civil Gregorio Posadas Zurrón, en Azpeitia, el 3 de abril de 1974; del policía Ovidio Díaz López, en el atraco a un banco en Barcelona, el 6 de junio de 1975; del policía armado Lucio Rodríguez, en la madrileña calle de Alenza, el 14 de julio de 1975, y del teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez, en Carabanchel, el 16 de agosto. Los primeros asesinatos se le atribuyeron a ETA y los otros dos al FRAP. Las únicas pruebas que hubo para condenar a los acusados fueron sus propias declaraciones ante la policía y la Guardia Civil. Todos denunciaron haber sufrido torturas. El equipo policial encargado de la operación estaba dirigido por el comisario Roberto Conesa, y su lugarteniente era Juan Antonio González Pacheco, alias Billy El Niño.

A los detenidos se les aplicó con carácter retroactivo el Decreto Ley Antiterrorista aprobado el 22 de agosto, durante un Consejo de ministros presidido por Fran Franco en su residencia veraniega del Pazo de Meirás. La norma fue promulgada para aplicársela a ellos. Uno de sus artículos prorrogaba el plazo de detención en dependencias policiales de 3 a 5 días, y hasta a 19 días con autorización judicial, lo que ofrecía aún más facilidades para la policía en los interrogatorios. También se abría la posibilidad de celebrar juicios sumarísimos, en 24 horas, contra civiles.

Defensa imposible

El primero de ellos, en el Regimiento de Artillería de Campaña 63 de Burgos, fue el juicio contra José Antonio Garmendia Artola y Ángel Otaegui Etxebarria. El primero estaba acusado de la muerte del cabo Posadas, y Otaegui de “colaboración necesaria”, por haber acogido a etarras que huían de la persecución policial. Durante su detención, Garmendia recibió varios balazos. Caído en el suelo, un guardia intentó rematarle de un tiro en la cabeza, pero logró sobrevivir tras una operación de la que salió, tras varias semanas de coma, muy disminuido física y mentalmente. No obstante, le sometieron a varios interrogatorios. Como ni siquiera podía firmar, le obligaron a imprimir su huella dactilar en una declaración redactada previamente, en la que también inculpaba a Ángel Otaegui. Los testigos no reconocieron a Garmendia; los médicos y las enfermeras invalidaron la supuesta confesión que le arrancó la policía. Aun así, fue condenado a muerte, lo mismo que Otaegui, quien no intervino en los hechos ni militaba en ETA. El Gobierno tenía decidido que hubiera al menos un fusilado por cada atentado. A Garmendia no se le podía ejecutar en esas condiciones, así que le tocó cubrir su hueco a Otaegui. Uno de los observadores internacionales que acudieron a aquel Consejo de guerra, la jurista suiza Elisabeth ZieglerMûller, enviada por la Federación Internacional de los Derechos del Hombre, dio a conocer a la opinión pública internacional un informe que acababa diciendo: “Garmendia ha sido condenado únicamente sobre la base de confesiones que había hecho cuando se encontraba en el hospital en estado grave. No existe ninguna prueba material contra él. El procedimiento inquisitorial continúa existiendo en asuntos penales. Todo acusado que comparece ante un Tribunal es condenado”.

En las dependencias militares de El Goloso, cerca de Madrid, se celebraron dos juicios sumarísimos contra militantes del FRAP. “A las siete de la tarde se nos había entregado una copia parcial del sumario y nos dijeron que a la una de la madrugada tenían que estar las conclusiones de la defensa en el Gobierno Militar –rememora el abogado Juan Aguirre–. Sólo sabíamos que un grupo de personas iba a ser juzgado la mañana siguiente por un tribunal militar designado a dedo y con una ley excepcional ad hoc que privaba de derechos a todas las defensas”. “Durante el juicio pedí la palabra y fui expulsado de la sala. Después, todos mis compañeros –continúa Aguirre–. Fuimos sacados, violentamente, por un grupo de policías de paisano, pistola en mano. Un capitán del Ejército, al frente de varios policías militares, con absoluta serenidad, apartó a los energúmenos, nos escoltó hasta fuera del cuartel e impidió que salieran detrás”.

En el último momento, el Gobierno decidió incluir entre los condenados a Paredes Manot, acusado de participar en un atraco a una sucursal del Banco Santander en Barcelona durante el cual resultó muerto un policía. El gobernador civil de la Ciudad Condal era el veterano miembro del SEU franquista Rodolfo Martín Villa. Ningún testigo fue capaz de reconocer a Txiqui, pese a un detalle físico que no podía dejar lugar a la duda: medía sólo 1,52 metros. El tribunal empezó a verse cada vez más apremiado desde arriba y necesitaba un veredicto rápido. Los inculpados en los otros tres juicios sumarísimos ya habían sido condenados y sólo se esperaba que concluyera ése para fijar la fecha de las ejecuciones.

El abogado de Paredes Manot, Marc Palmés, pidió la anulación de todo el proceso porque se estaba aplicando el decreto ley sobre el terrorismo al enjuiciamiento de unos hechos ocurridos más de dos meses antes de que la norma entrara en vigor. Y denunció numerosas irregularidades en el procedimiento. Pero Txiqui fue condenado a muerte. En total, 11 detenidos sufrieron condena a la pena capital.

Sin clemencia

Mientras tanto, proseguían las gestiones para evitar los fusilamientos. Joaquín Ruiz Giménez, que había sido embajador en el Vaticano, envió un mensaje a Pablo VI. El propio hermano de Franco, Nicolás, le escribió pidiéndole que reconsiderara su decisión. La madre de Otaegui, María, visitó al cardenal Jubany, al obispo Iniesta y, en un último y agónico intento, al cardenal Vicente Enrique Tarancón. El Consejo de Ministros del viernes 26 de septiembre conmutó la pena de muerte a seis de los condenados por la de 30 años de reclusión.

La gaditana Concha Tristán, embarazada, consiguió el dictamen salvador del prestigioso ginecólogo Ángel Sopeña, que también certificó el inexistente estado de gestación de María Jesús Dasca. Además, se salvaron del pelotón de fusilamiento el periodista Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández Tovar, Manuel Cañaveras de Gracia y José Antonio Garmendia. A las 8 de la tarde del mismo día, el ministro de Información y Turismo, León Herrera y Esteban, anunció que cinco condenas a muerte se ejecutarían al amanecer del día siguiente. Esa noche, José Humberto Baena escribió desde la cárcel de Carabanchel la última carta a su familia: “Papá, mamá: Me ejecutarán mañana de mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero pero que la vida sigue. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente. Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar. Ese era mi deseo. Pero tengo la seguridad de que habrá muchos más. ¡Mala suerte! Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven pero estoy contento y convencido”.

Al alba

Silvia Carretero, recluida en la cárcel de Yeserías, estaba casada con José Luis Sánchez Bravo y eso le permitió permanecer algunas horas junto a él durante la última noche. Con barrotes por medio y sin poder rozarse siquiera. Estaba embarazada de varios meses. “Las torturas y el miedo no se olvidan, pero ya han pasado –asegura Silvia ahora–. Me alegro de que me detuvieran porque, gracias a eso, pude estar con Luis su última noche”. A los tres condenados del FRAP no les dejaron estar juntos ni un instante. Ramón García Sanz agotó las últimas horas solo. Huérfano desde niño, el único familiar que tenía era un hermano paralítico. Txiqui pasó la noche en la cárcel Modelo de Barcelona. Le acompañaron su hermano Mikel y los abogados Magda Oranich y Marc Palmés. “Se mantuvo muy tranquilo toda la noche, sabiendo ya que lo iban a fusilar –recuerda Oranich–. Sólo tenía miedo a que lo ejecutaran con garrote vil. Un año y medio antes se lo habían aplicado a Puig Antic y por la Modelo corría el rumor de que no había funcionado a la primera”. La madre de Otaegui, hijo único, sólo pudo estar con él 15 minutos. El condenado pasó la noche bebiendo coñac con varios funcionarios de la prisión. A Txiqui lo fusilaron junto al cementerio de Collserola, en las afueras de Barcelona. “Aunque era pequeñito, le veíamos bien en la distancia, porque le habían situado sobre un montículo”, relata Magda Oranich en el mismo lugar donde se produjo el fusilamiento. Aún hoy se puede ver el árbol junto al que los guardias civiles instalaron el trípode donde lo ataron para ejecutarle. “Sobresalía por encima de la hilera formada por los guardias. Eran voluntarios del Servicio de Información, con barba y melenas. Se habían vestido de uniforme, con el tricornio, y la imagen que ofrecían era grotesca y brutal. Eran seis guardias y llevaban dos balas cada uno. Las empezaron a disparar de una en una, con saña”. Otaegui, fue fusilado sin testigos, a las nueve menos veinte de la mañana, en la prisión de Burgos.

En Hoyo de Manzanares, consumaron los fusilamientos tres pelotones compuestos cada uno por diez guardias civiles o policías, un sargento y un teniente, todos voluntarios. A la 9.10, los policías fusilaron a Ramón García Sanz y, al cabo de 20 minutos, a José Luis Sánchez Bravo. Después, los guardias civiles dispararon contra Baena. A las 10.05 todo había concluido. No pudo asistir a los fusilamientos ningún familiar de los condenados, pese a ser “ejecución pública”, según la ley.

La Guardia Civil impidió la entrada al campo de tiro a periodistas, abogados y familiares. Un coronel del Ejército quiso dejarlos pasar, para que quedara acreditado que sólo disparaban policías y guardias civiles, y no soldados. Pero un teniente coronel de la Guardia Civil, de inferior rango, impuso su mando. El único civil que presenció las ejecuciones fue el párroco de Hoyo de Manzanares, don Alejandro. Durante estos años, siempre ha rechazado relatar lo que vio, pero, lejos de las cámaras fotográficas, ha accedido a recordar el horror: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó”.

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VIDEO: EL PROCESO O JUICIO DE BURGOS